III DOMINGO DE ADVIENTO
I Is 61, 1-2ª. 10-11; Sal de Lc 1, 46-55; 1 Ts 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio,
para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino
quien debía dar testimonio de la luz Y este fue el testimonio de Juan, cuando los
judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:
"¿Quién eres tú?" El confesó, y no negó; confesó: "Yo no soy el Cristo." Y le
preguntaron: "¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?" El dijo: "No lo soy." - "¿Eres tú el
profeta?" Respondió: "No." Entonces le dijeron: "¿Quién eres, pues, para que
demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?" Dijo él: "Yo
soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el
profeta Isaías." Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: "¿Por qué, pues,
bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo
bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que
viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia."
Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
En esta tercera semana del tiempo de adviento la Iglesia nos invita, a través de las
lecturas, a mantenernos en una expectante vigilancia, a estar en vela como se nos
recomienda vivir este tiempo litúrgico, teniendo en cuenta que esta actitud de
espera es una actitud de amor y confianza en el cumplimiento de las promesas,
porque en la medida en que se ama se puede vigilar y vivir en una total y
disponible apertura al amor y gracia de Dios Padre.
En la primera lectura, el profeta Isaías ya nos anuncia el gozo que significará la
llegada del Ungido de Dios; pues, a través de un lenguaje simbólico se expresa lo
que significará su venida, que como el mismo profeta Isaías en otro capítulo dirá:
“será un ao de gracia en el Seor”.
Tenemos que decir que la figura de Juan el Bautista, nuevamente es importante en
el presente texto del evangelio y en lo que se refiere a este tiempo litúrgico. El
hombre, la humanidad, necesita de uno que realice la misión de Juan el Bautista,
que nos ayude a disponernos (prepararnos) para la venida del Salvador, para
acoger a Cristo. Esto quiere decir que el encuentro de Cristo con el hombre; o que
el hombre en su vida se encuentre con Cristo, el enviado del Padre, no se debe
considerar un acontecimiento fortuito o inesperado y ocasional. El Padre de la
Misericordia en el plan del amor que tiene para cada hombre, incluso en este plan
está contenida la mediación por la cual Dios proveerá para que nosotros podamos
llegar a la fuente que es Cristo.
En este sentido cuando Juan el Bautista dice en el evangelio: “.voz del que clama
en el desierto: preparad el camino del Seor”, está comunicando que el bautismo
que él administra es un bautismo de preparación. En la primera lectura el profeta
Isaías en toda la primera parte del texto, habla por lo tanto de un Ungido de Dios.
Este Ungido de Dios sanará los corazones partidos, librará a los que se sienten
oprimidos etc. Por eso ante la pregunta que formulan los discípulos de los fariseos a
Juan: “ ¿Tú eres el Mesías, el Cristo, el Profeta?”, está significando que se están
dando signos que anuncian un tiempo nuevo.
San Agustín nos dice al respecto: Y cuando le preguntaron: ¿Quién eres?,
respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor. »
La voz que grita en el desierto, la voz que rompe el silencio. Allanad el camino del
Señor, como si dijera: «Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero
ésta no se dignará venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el
camino.» ¿Qué quiere decir: Allanad el camino, sino: «Suplicad debidamente»?
¿Qué significa: Allanad el camino, sino: «Pensad con humildad»? Aprended del
mismo Juan un ejemplo de humildad (De los sermones de san Agustín, obispo,
Sermón 293, 3: PL 38, 1328-1329).
Sintamos por lo tanto la necesidad de escuchar la voz de aquellos que en nuestras
vidas se presentan como Juan el Bautista, y que a través de su predicación nos
ayuden a abrirnos a acoger el anuncio de la novedad del Reino de los Cielos, y así
de esta manera como dirá la oracin colecta de este domingo: “exultemos de gozo
celebrando el misterio de la salvacin”. Porque en esta realidad estamos llamados a
vivir nuestra vida y de esta manera nuestra vida, como es la de la Virgen María, se
transformará en la Gracia de Dios en un continuo cántico: “ grandes cosas ha
hecho en mí el Poderoso, su nombre es Santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generacin en generacin”
El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: Por lo que se refiere a la misin de
Juan, fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo "está
vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está
vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios" (Jesús de Nazaret, I, Madrid
2007, p. 36) y de la inminente aparición del Mesías, definido como "aquél que es
más fuerte que yo" y que "bautizará en Espíritu Santo" (Mc 1,7.8). La llamada de
Juan va por tanto más allá y más en profundidad respecto a la sobriedad del estilo
de vida: llama a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión
del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que
entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida.
Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquél
que es "el más Grande" y se ha hecho pequeño, "el más Fuerte" y se ha hecho
débil (Benedicto XVI, Ángelus, 4 de diciembre de 2011).
Este tercer domingo es el domingo de gozo-esperanza por ello la liturgia nos invita
con intensidad a consolarnos en la urgente espera de Nuestro Salvador: Él es
nuestro Gozo-Esperanza-Salvación.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar