III Domingo de Adviento, Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
Lecturas:
a.- Is. 61,1-2.10-11: Desbordo de gozo con el Señor.
La primera lectura, nos habla de un creyente carismático, quizás un discípulo de
Isaías, ungido como los sacerdotes y reyes, enviado con una misión que llevar a
cabo con el pueblo de Israel. Este anuncio, tiene mucho en común con los cánticos
sobre el Siervo de Yahvé. Es un profeta, que en un monólogo, anuncia una profecía
de salvación, pero no siendo un instrumento de ella, como ocurre con los cánticos
del Siervo de Yahvé, que el anuncio lo vive personalmente. Se habla de un día de
venganza, con lo que se diferencia del Siervo que personalmente trae un mensaje
de salvación y sufre por ello. El profeta, aquí ocupa el oficio de un heraldo, de una
salvacin que llega. “El espíritu del Seor Yahvé, está sobre mí” (v.1), quiere
significar una intervención carismática del Señor en la vida del profeta, para realizar
una misión en la comunidad. Se siente ungido por el mismo Dios, como los reyes y
sacerdotes para ejercer sus funciones; se siente enviado, con el espíritu de profecía
para predicar la buena noticia a los pobres, para vendar los corazones rotos,
israelitas oprimidos por la injusticia y abatidos por desgracias sociales. Su misión,
anunciar un jubileo: anunciar a los cautivos la libertad, un año de gracia, de parte
de Dios, un año de remisión y reconciliación con su pueblo; una amnistía general:
liberación de los encarcelados. Mientra el año de gracia, será a favor de sus fieles,
el día de venganza será para los pecadores, enemigos de Israel o dentro del propio
pueblo. La mención de un año de gracia y día de venganza, quizás quiere
manifestar que Yahvé, es magnánimo a la hora de perdonar más que en castigar;
la remisión dura n año, mientras el castigo un día. Estas etapas, servirán para
consolar a los tristes y abatido, que contemplarán la gracia misericordiosa a favor
de sus fieles, mientras el día de venganza, sentirán que los derechos di Dios y el
camino de la virtud queda públicamente vindicado. Los afligidos de Sión, dejarán la
ceniza del duelo, para recibir la diadema, signo de alegría (v. 3), para ser ungidos
por el óleo del gozo. Como encinas, se sienten fuertes y llenos de optimismo, les
llamará robles de justicia, porque son plantados por Yahvé para manifestar su
gloria (v. 3). De esta manera se destaca su vigor de los árboles, de los justos,
porque son la plantación de Yahvé.
b.- 1Tes. 5, 16-24: Espera de la Parusía.
El apóstol Pablo, está terminando la epístola y lo hace con una serie de consejos,
que van dirigidos a los dirigentes de la comunidad, consejos de tipo jerárquicos, a
toda la comunidad en lo que se refiere a sus mutuas relaciones fraternas, sobre
todo en las asamblea litúrgica (cfr. 1Tes.5,12-13.14-18.19-22). Los primeros,
deben presidir, trabajar y amonestar a lo fieles; los segundos, es decir los fieles,
deben crear un ambiente de paz entre ellos, cultivar el amor, es decir, la caridad,
insistiendo en la alegría, la ración y la acción de gracias (cfr. Rm.14, 19; 2Cor.
13,11; Ef. 5, 20; Flp. 4,4-7). Dios, en Cristo Jesús, nos ha manifestado su deseo de
salvarnos, quiere nuestra santificación, unidos a nuestra cabeza. La última
recomendación, es para que en la asamblea litúrgica, que no impidan a los
inspirados por el Espíritu, profetizar, para tener en alta estima este don, pero
examinando bien al que las hace y el mensaje, no sea que sean ilusos y no
auténticos profetas (v.19-20; cfr.1Cor.12, 7-11; 14,26-33; 1Cor.14, 1-3; 12,3; 14,
29; Gal.1, 8-9). Que se abstengan del mal, y de todo lo que se le asemeje (v. 22;
cfr. Rm.14, 15; 1 Cor. 8,13); quizás se refiera este último consejo, al serio y sabio
discernimiento sobre los carismas, donde la ilusión y el error pueden manifestarse
en el cristiano.
c.- Jn. 1,6-8.19-28: En medio de vosotros hay uno que no conocéis.
El evangelista San Juan, luego de presentar la vida intra-trinitaria del Verbo, del
Logos o pre-existencia que estaba en Dios y siempre ha sido Dios. Esta Palabra es
arquitecto del cosmos del mundo y como Dios que es, se habla de su aporte como
Palabra para nosotros: es vida y luz. Se señala que ya está instalada la lucha de la
luz y las tinieblas: la luz brilla en las tinieblas. En un segundo momento (vv.6-8) se
relaciona la Luz con Israel; se relaciona la figura de Juan Bautista con la Luz: Juan
es testigo de la luz. Se afirma que si bien la Luz hizo el mundo, éste no la
reconoció, pero tampoco la recibió, Israel. Más tarde se anuncia el gran beneficio
que tiene el acogerla: hacerse hijos de Dios, lo que se consigue creyendo en la
Palabra, en el Logos en su Nombre (Jn. 1, 1-13). La figura de Juan representaría la
institución profética, la que tenía por objeto ser testigo de la luz, Jesús lo
denominará antorcha, pero la luz es ÉL (cfr. Jn. 3,19; 8,12, 9,5). Ahora está
llegando la luz verdadera, toda la que había en el AT era un pálido reflejo, Juan es
un enviado (cfr. Jn. 1,33; 3,28), en contrapunto con Cristo, que siempre había
existido, es el testigo por excelencia (cfr. 1,19.32.34). A excepción de Jesús, sólo
Juan es presentado desde esa perspectiva. Juan es una realidad vocacional y
misional abierta al servicio de Cristo Jesús, que tiene otro testigo el Padre (cfr. Jn.
5, 36-37). Es parte del plan de salvación de Dios: dar testimonio de la luz para que
otros crean en la presencia vivificante de la luz. Pero no era la luz, pero testigo de
la Palabra, que es la única luz mediante la cual los hombres pueden llegar a la fe.
Nuestra segunda sección (vv.19-28), se abre con la pregunta sobre la identidad de
Jesús que hacen los enviados de los judíos, los fariseos. Vemos desde el comienzo
una tensión entre los judíos y los enviados de Dios en la historia humana, Jesús su
palabra encarnada (cfr. Jn.1,14-18) y Juan el Bautista (Jn.1, 6-8.15). Juan no
negó, confesó, lo que el evangelista quiere indicar que la confesión correcta del
mesianismo, será importante para la correcta comprensión de la identidad del
Bautista y de Jesús. Si no es el Mesías, será a lo mejor alguno de los precursores,
Elías, o el profeta que iniciaría la era mesiánica (cfr. Mal. 4,5; Eclo.48,10-11;
Dt.18,15.18). La negación rotunda de Juan, abre la esperanza para que Jesús
pueda pronunciar con propiedad: “Yo soy”. Pero los enviados exigen una respuesta
y el Bautista se refiere a su misin: “Qué dices de ti mismo? Dijo él: Yo soy voz del
que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta
Isaías. Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: ¿Por qué, pues, bautizas, si no
eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?» Juan les respondió: Yo bautizo con agua,
pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a
quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia. Esto ocurrió en
Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando” (vv. 25-28). Juan
no duda en afirmar que sea sólo una voz que clama, un grito con palabras del libro
de la Consolación de Isaías (cfr. Is. 40,3). Estas palabras anuncian un camino que
conducirá a Israel al cumplimiento de las promesas de Dios. Es un tiempo de
gracia, el amor de Dios, manifestado en Jesús, que ahora se ofrece a toda la
humanidad. La misión de Juan será ser testigo de lo que ahora viene: la llegada del
Señor (v. 23). La esperanza mesiánica apunta hacia el Señor, apagando todo tipo
de expectación que vaya en ese sentido. En el intertanto, Juan bautiza sólo con
agua; hay uno entre ellos, que no conocen, a quien el Bautista no es digno de
desatarle ni siquiera la correas de sus sandalias (vv. 26-27). Este que viene es un
verdadero desconocido para las autoridades, príncipes de los sacerdotes, levitas, es
parte del fututo inmediato. El bautismo de Juan es sólo símbolo, el que no conocen
los judíos, trae el verdadero bautismo del Espíritu, anunciado por los profetas,
realidad entrañable de la Nueva alianza, es el amor de Dios reservado para el final,
como el buen vino de las bodas de Caná (cfr. Jn. 2,10). Este Desconocido está más
allá de los criterios y razonamientos de la expectación judía. La última escena, Juan
bautizando en el Jordán, es la mejor preparación para la llegada de Aquel, a quien
ni siquiera Juan el Bautista, su testigo podía desatar las sandalias de sus pies.
Sor Isabel de la Trinidad en sus ejercicios espirituales meditaba acerca del pasaje
del evangelio de Juan. “Si conocieras el don de Dios, decía una tarde Cristo a la
Samaritana. Pero ¿cuál es el don de Dios sino El mismo? … Hay una criatura que
conoció este don de Dios, una criatura que no perdió ni una partícula, una criatura
que fue tan pura, tan luminosa que parece ser la misma luz: Speculum justitiae».
Una criatura cuya vida fue tan sencilla, tan abstraída en Dios, que no se puede
decir casi nada de ella. «Virgo fidelis»: es la Virgen fiel,... Ella se mantenía tan
pequeña, tan recogida delante de Dios en el secreto del templo, que atraía las
complacencias de la Santa Trinidad: «¡Porque ha mirado la bajeza de su sierva, en
adelante todas las generaciones me llamarán bienaventurada!» (Lc. 1, 48). El
Padre, inclinándose hacia esta criatura tan bella, tan ignorante de su belleza, quiso
que ella fuese la madre en el tiempo de Aquel de quien El es el Padre en la
eternidad. Entonces, el Espíritu de amor, que preside todas las obras de Dios,
sobrevino. La Virgen dijo su fiat… y tuvo lugar el más grande de los misterios. Y por
la bajada del Verbo a ella, María fue para siempre la presa de Dios.” (El cielo en la
fe, nn. 38-39).