“Nadie más grande que Juan entre todos los que han nacido de una mujer”
Lc. 7, 24-30
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
La lectura de Isaías nos lleva a meditar en el amor esponsal del Señor y en el papel
positivo que la prueba puede asumir en el camino de la fe. Se nos invita a
reconocernos en la figura femenina de Sin, que si bien se sentía “abandonada y
afligida”, ahora experimenta la alegría de sentirse amada por un esposo fiel, que no
repudia a la compañera de la juventud, sino que la ama con mayor ternura. Una vez
más debemos reconocer que la prueba de l fe nos abre a una acogida de comunión
más profunda, simbolizada en la unión de hombre y mujer, y a una confianza más
arraigada en la fidelidad divina.
La lectura evangélica, por su parte, nos estimula al testimonio, por medio de la
meditación de la figura de Juan, testigo de Cristo. La firmeza de su persona apunta
a la cualidad que requiere nuestro testimonio, que exige fortaleza, valentía y
perseverancia.
Finalmente, la condena última de Jesús, dirigida a los que hacen vanos los
designios de Dios (Lc 7,30), es un aviso saludable para nosotros en el caso de que
dejemos pasar la escucha de la Palabra de Dios como ocasión de sincera
conversión.
ORACION
“Por un breve instante te dejé abandonada, pero con gran ternura te uniré conmigo;
en un arrebato de indignación, te oculté mi rostro por un instante, pero me
compadecí de ti con amor eterno, dice tu redentor, el Seor.” (Is 54,7-8).
Hoy, Señor, quiero cantar tu fidelidad, tu amor invencible, tu ternura ilimitada. Tú
eres el Dios cercano, cuyos caminos son toda verdad, tú el esposo de Sión, tú el
redentor de Israel. Tú te has inclinado a nuestra pobreza y nos has enriquecido de ti,
has bajado a nuestro pecado y nos has curado, has alejado nuestro sonrojo y nos
has revestido de ti mismo.
Tú nos has abierto las puertas del Reino en el que el más pequeño es
inmensamente grande porque es tu hijo, por el que tu mismo Hijo unigénito se ha
hecho hombre y ha muerto en cruz.
Tú por nosotros has rasgado el cielo y en la plenitud de los tiempos nos has enviado
a tu Hijo, que se ha constituido en nuestro compañero de viaje, nuestro hermano y
nuestro Señor.