“Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado”
Jn 5, 33-36
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. MANDARON PREGUNTAR A JUAN EL BAUTISTA, Y ÉL HA DADO
TESTIMONIO DE LA VERDAD
En este relato nos encontramos introducidos en una discusión de Jesús contra los jefes
judíos que lo acusan de haber violado el sábado, curando al paralítico (cf. Jn 5,16-18). El
fondo del debate entre Jesús y los jefes es el de la fe contra la incredulidad.
Después de haber probado que su actuar es participación de la acción del Padre, Jesús se
enfrenta con el argumento de testimonios contra él y de la importancia de su revelación
sobre el Padre. Su revelación es verdadera porque el Padre testimonia a su favor por medio
de sus obras. Aunque sus interlocutores no pueden acceder a este nivel de testimonio, sí
pueden referirse al testimonio de Juan Bautista.
Es así, como en este fragmento, el evangelista recoge antes, como contraste, el testimonio
del Bautista, que Cristo dirá que él no necesita, pero que para los judíos les habría sido
suficiente para ir a Cristo. “No es que yo dependa del testimonio de un hombre”, es decir, El
no lo necesita, pues tiene conciencia clara de quién es; “si digo esto es” la memoria del
testimonio del Bautista, “esto es para la salvacin de ustedes”, ya que, recibiendo el
testimonio del Bautista, vendrían a Cristo, le oirían convenientemente, y se salvarían.
2. JUAN ERA EL “PRECURSOR.”
Su misión era mostrar oficialmente el Mesías a Israel: “Y yo no le conocía, pero he venido a
bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel. Y Juan dio testimonio diciendo: He
visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le
conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que
baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo." Y yo le he
visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios. (Juan (SBJ) 1, 31-34). Y así es
como el prestigio que el Bautista tuvo entonces en Israel fue excepcional. No sólo registran
esto los sinpticos: “Yo os bautizo en agua para conversin; pero aquel que viene detrás de
mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias”, (Mateo (SBJ) 3, 11) sino
que también lo recoge el historiador judío Josefo.
Ante la conmoción mesiánica creada en torno al Bautista, los judíos le enviaron una
representación oficiosa a preguntarle, estando él en Betania de Transjordania, si él era el
Mesías. Y Juan dio testimonio a la verdad: él no era el Mesías: “El confes, y no neg;
confes: Yo no soy el Cristo.” (Juan (SBJ) 1,20) pero su misin era ser su “precursor” (Jn
1:19-34). El argumento era ”ad hominem.”, es decir que algo es falso, eludiendo presentar
razones adecuadas. Ellos daban tal crédito al Bautista, que lo hubiesen reconocido por
Mesías si él se proclamaba tal. Y, puesto que él señalaba a Cristo como Mesías, que lo
recibiesen, ya que apelaban a “testimonios humanos.”
3. “ERA LA LÁMPARA QUE ARDE Y ALUMBRA”
Pero aquella delegacin al Bautista fue una frivolidad para Israel. Juan “era la lámpara que
arde y alumbra” en la noche, a falta de sol. En la hora premesiánica buena era la lámpara,
la misión del Bautista, como lo es la lucerna en la casa al anochecer.
Los calificativos con que se describe la misión del Bautista tienen una fuerte evocación
bíblica: “que arde y alumbra.” Con estas dos expresiones se alude a su celo y a su palabra.
Precisamente en el libro del Eclesiástico se describe semejantemente a Elias, “tipo” del
Bautista (Lc 1:17; Mc 1:2ss): “Se levant Elias, profeta, como fuego, y su palabra ardía
como antorcha” (Eclo 48:1).
Israel se conmovió ante la palabra del Bautista. Vinieron multitudes de todas partes (MC
1:5; Mt 3:5) a oírle y bautizarse. “ustedes han querido gozar un instante de su luz”. La
metáfora piensan los autores que está tomada, sea de las costumbres de los niños de saltar
alegremente en torno al fuego, sea de las danzas que el pueblo solía tener en las grandes
solemnidades al resplandor de la luz de los grandes candelabros del templo. Pero aquella
conmoción expectante en torno a El pronto se disipó. El influjo del Bautista en ellos fue por
poco tiempo.
4. “PERO EL TESTIMONIO QUE YO TENGO ES MAYOR QUE EL DE
JUAN”
Pero Cristo, que no necesita testimonio humano de lo que El es y de su misin: “No es que
yo dependa del testimonio de un hombre” tiene “un testimonio "externo" mayor: “Pero el
testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó
llevar a cabo”.
Es la testificacin que da el Padre “con sus obras,” de forma más íntima, y el testimonio que
de El da el Padre en la Escritura. “Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me
ha enviado.” Este es el primer testimonio objetivo alegado en su favor.
Las “obras” que aquí alega son los milagros hechos por El. El milagro es obra de Dios, que
aquí testifica la dignidad, misin y enseanza de Cristo: “Obren, no por el alimento
perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que se les dará el Hijo
del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.” Ellos le
dijeron: “¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios? Jesús les respondi: La obra
de Dios es que creáis en quien él ha enviado” (Juan (SBJ), 6, 37-28-30).
Es el Padre quien testifica que su Hijo es Dios. Frecuentemente Cristo lo alega en los
sinópticos como prueba apologética (Mt 9:2-8; 11:2-6.20-24; 12:28 par).
Así las “obras,” que son obra fundamental del Padre, de la divinidad, dan testimonio de su
dignidad, misión y enseñanza.
El Señor les Bendiga