Feria Mayor (Adviento)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
Día 24 de diciembre
(Por la mañana)
a.- 2Sam. 7, 1-5. 8. 11-16: El reino de David durará por siempre.
En la primera lectura encontramos los deseos de David y los de Dios para con
David. Él quiere construir un templo para Yahvé, pero Natán le asegura que es el
mismo Dios quien edificará a David una casa, la permanencia de su dinastía para
siempre. La profecía de Natán se ha entendido por la Iglesia en sentido mesiánico.
“Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme,
eternamente.” (v.16). Las palabras del profeta, aseguran estabilidad para la casa
de David. Desde lo netamente histórico la monarquía y sus instituciones supusieron
una innovación en la estructuración del antiguo Israel, donde cada tribu mantenía
su autonomía. Concentrar todo el poder en manos del rey, Jerusalén como capital y
ciudad santa suponía una innovación para quienes seguían las tradiciones
vinculadas a Moisés y el Sinaí. Tenemos entonces estas dos realidades: Moisés y
Sinaí, David y Jerusalén. La profecía de Natán, es todo un respaldo divino, que no
deja dudas, acerca de la institución de la monarquía en especial a la dinastía de
David. Está tan seguro de ello que el rey a la hora de morir, confirma el pacto
sempiterno que Yahvé ha hecho con su casa (cfr. 2Sam. 23,5), como el que había
hecho con Abraham (Gn.15). Esta promesa es lo que mantuvo alta la esperanza en
los momentos difíciles de Israel. Mientras arda la lámpara de David, Dios velará por
su pueblo, nada esta perdido (cfr. 1Re.11,36; 15,4; 2Re.8,19)
b.- Lc. 1, 67-69: El Benedictus. El canto de Zacarías.
Zacarías, padre del Bautista canta el cumplimiento de las promesas de Dios Padre.
Esa fidelidad se hace efectiva en el nacimiento de Juan Bautista. Como el
Magnificat, este cántico es una síntesis de citas del Antiguo testamento que
expresan la esperanza de Israel. Bendición y acción de gracias, forman la primera
parte del canto, para luego, presentar una visión esperanzadora del futuro, que
nace de la acción del precursor, que prepara los caminos para que venga el Mesías
a su pueblo. “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del
Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por
el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que
harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en
tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.”
(vv. 76-79). Esta noche nos visita el Sol que nace de lo alto, nos visita Cristo con
su nacimiento, luz que viene de lo alto e ilumina las tinieblas de esta noche. Dios
ilumina a los que viven en tinieblas y sombras de muerte, sólo así se comprende
cuánto necesitamos a Dios para nuestra vida, sabiendo que los pecados nos cubren
de tinieblas. Dios se hace salvador nuestro, si acudimos a ÉL con fe y deseos de ser
bañados de su luz admirable.
El centro de este cántico es la presencia de Dios redentor entre los hombres, que
en su Hijo, se hace Dios con nosotros. Sin embargo habría que preguntarse con
valentía: ¿Dónde está el hombre de hoy? Tan alejado de Dios y los valores
cristianos. ¿Cuántos años, como este y los anteriores festejarán, sin saber el
motivo o lo que es peor pondrán otros motivos mundanos, con tal de celebrar?
Desenfreno y consumismo. Cuanto más necesita el hombre a Dios, más parece
ignorarlo, cuando viene a su encuentro en su Hijo muy amado. Al hombre de hoy le
faltan muchas cosas, pero una de las principales es la esperanza cristiana, valores
trascendentes y no fiarse sólo de la técnica y la economía. Tanto el Magnificat como
el Benedictus nos presentan la clave: la misericordia de Dios y su fidelidad a su
amor por el hombre, objeto de su benevolencia y amor divino, para que le sirvamos
con justicia y santidad todos nuestros días. El esfuerzo realizado en este Adviento
por ser cada vez mejores cristianos, sea bendecido y aumentado por la bendición
de Aquel que viene de lo alto, Sol de Justicia que ilumina a todo hombre. La luz
brota de la gruta de Belén, acerquémonos con fe contemplativa y silencio fecundo.
Su amor sea puerta abierta a su misterio y al nuestro.
Sor Isabel escribe para la Navidad de 1904 estos versos: “En un humilde y pobre
establo/ reposa el Verbo de Dios, / es el misterio adorable/ que al mundo revela el
Ángel. / «Gloria in excelsis Deo.» / Tiene necesidad el Todopoderoso / de bajar, para
difundir su amor. / Busca un corazón que le comprenda / y en él quiere su mansión
fijar. / En su amor, olvidando las distancias, / ha soñado con una unión divina. /
Desde lo alto del cielo El se lanza / a consumar en cada instante la fusión. / Oh
profundo e insondable misterio, /el Ser increado se orienta hacia mí, / a través de
todo puedo contemplarle / desde la tierra, a la luz de la fe.” (Poesía 91).
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