Genealogía de Jesucristo, hijo de David… Hijo adoptivo de José, el esposo de María
Mt. 1, 1-17
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
CRISTO, EL SEGUNDO ADÁN, HA ENTRADO EN NUESTRA VIDA HUMANA
Hoy iniciamos los últimos días de preparación a la Navidad. La liturgia nos plantea
una pregunta: ¿Cómo nos estamos preparando para acoger al que viene a
nosotros? Jesús es el Mesías, el verdadero descendiente de Judá, heredero de las
promesas que Dios había hecho a Abrahán, renovado a David y todos sus
descendientes. En realidad la figura de Judá es el eslabón que une la primera
lectura del Génesis y el evangelio de Mateo.
Cristo, el segundo Adán, ha entrado en nuestra vida humana, marcada por el
pecado, el dolor y la muerte, por la desobediencia de nuestros primeros padres, no
para castigar a la humanidad, sino para transformarla y reconducirla a la amistad
con Dios, tal como era su proyecto original. Toda la historia de Israel es el testimonio
del anuncio de la venida de un redentor, esperado por los hombres como
cumplimiento de la promesa: toda la ley está preñada de Cristo. En Jesús, Dios se
ha hecho hombre, el sueño se hace realidad. El Dios con nosotros se ha hecho el
Dios por nosotros, a pesar de nuestra infidelidad y el ser remisos a acogerle.
Nosotros formamos parte de esta historia que nos vincula estrechamente con
Abrahán y David, hilo de oro que con frecuencia hemos roto con nuestro pecado y
que Dios reanuda en Jesús, acercándonos cada vez más a su corazón. Él,
conocedor de la fragilidad del espíritu humano, sabe comprender y perdonar
siempre nuestra debilidad, espera la conversión continua del corazón y el
reconocimiento de aquel a quien pertenece toda realeza y a quien todos los pueblos
deben acatamiento, fidelidad y amor.
ORACION
Oh Señor, tú que eres el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de
Jesucristo y nuestro Dios, tú has prometido a Judá un reino sin ocaso y una realeza
sobre todos los pueblos. Haz que reconozcamos sinceramente que toda la historia
humana, a través del pueblo elegido, y luego por la Iglesia , heredera de las
bendiciones de Israel, esté orientada a Cristo, el esperado de los pueblos, y haz que
cada uno de nosotros sea instrumento apto para anunciarlo a los hermanos y
hermanas que encontremos en la vida. Haz que los hombres, de cualquier raza y
color, sepamos superar divisiones y diversidades para unimos en una renovada
esperanza en la venida del Salvador y con la confianza de que su mensaje de
salvación y de vida es válido para todos sin distinción.
Que nuestros pecados, que tantas veces experimentamos, no nos alejen de ti, que
eres la luz que ilumina nuestro camino; haznos más bien conscientes de nuestras
limitaciones y abiertos a una sincera conversión de corazón.
Señor de la historia y de los pueblos, tú que comprendes nuestra miseria, llénanos
de tu poder y haz que viva más vigilantes para reconocer los signos de los tiempos y
tu paso silencioso a través de las vicisitudes cotidianas de nuestra historia. Pero
sobre todo haz que reconozcamos a tu Hijo Jesús, descendiente de una estirpe
humana, el Mesías esperado, al que pertenecen el poder y la gloria y al que todos
los pueblos obedecerán con amor.