“María, la esclava del Señor"
Lc 1, 26-38
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
Enteramente disponibles
Lc 1,26-38
A las puertas mismas de la Navidad y después de habérsenos presentado Juan Bautista, se
nos propone a María como modelo para recibir a Cristo. Sobre todo, por su disponibilidad. Ante
el anuncio del ángel, María manifiesta la disponibilidad de la esclava, de quien se ofrece a Dios
totalmente, sin poner condiciones, sometiéndose perfectamente a sus planes. Si nosotros
queremos recibir de veras a Cristo, no podemos tener otra actitud distinta de la suya. Cristo
viene como “el Seor” y hemos de recibirle en completa sumisin, aceptando
incondicionalmente su señorío sobre nosotros mismos, sino que “somos del Seor” (Rom 14,8).
Además, María acoge a Cristo por la fe. Frente a lo sorprendente de lo que se le anuncia, ella
no duda; se fía de la palabra que se le dirige de parte de Dios: “para Dios nada hay imposible”.
Cree sin vacilar y en esto consiste su felicidad: “Dichosa tú que has creído, porque lo que se te
ha dicho de parte del Seor se cumplirá” (Lc 1,45). Para recibir a Cristo hace falta una fe viva
que nos haga creer que es capaz de sacarnos de nuestras debilidades y que puede y quiere
transformar un mundo corrompido, ya que “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”
(Lc 19,10). No hay motivo para la duda, pues lo que está en juego es “el poder del Altísimo”.
Finalmente, lo primero que experimenta María es la alegría: “¡Alégrate!”. Es la alegría de recibir
al Salvador. También nosotros, si recibimos a Cristo, estamos llamados a experimentar esta
alegría: una alegría que no tiene nada que ver con la que ofrece el consumismo de estos días,
pues es incomparablemente más profunda, más duradera y más intensa. (FGD)
ORACION
Dios, Padre omnipotente, tú ejecutas tus planes atrayendo a ti, con la fuerza del amor, al
corazón humano. Sabes suscitar siervos tuyos entre los poderosos como David y entre los
humildes como María. Cólmanos también a nosotros de tu Espíritu, para que aprendamos a
acoger tu Palabra.
Como María, haznos capaces de sintonizar nuestros deseos con los tuyos: “Hágase en mí
según tu palabra”, no es una frase pronunciada con resignacin, sino que brota
espontáneamente de un ánimo profundamente adherido a tu Palabra, proyectado a nuevos
deseos que sólo tú puedes suscitar.
Como María, haznos a nosotros hombres y mujeres obedientes. Como miembro de tu pueblo,
pueblo de la alianza, ella siempre aprendió que la vida del hombre es válida si está en
comunin contigo y, en cuanto se lo pediste, dio en seguida su “sí”. Escúchanos también a
nosotros, miembros de tu pueblo, a no pesar sino estando en comunión contigo, a darte sin
dudar los “síes” que nos pidas.
Como María, haznos siervos tuyos; que éste sea nuestro título de gloria, como lo fue para
Abrahán, Moisés, David, María y todos tus amigos. La Navidad nos recuerde que éste ha sido
el secreto de la vida de tu Hijo.