Un Dios que juega a las escondidas con los hombres
Natividad del Señor 011 B
“Como el joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor:
como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo”. Como en
un magnífico exordio, con la alegría de los esposos que conviven juntos, así anuncia
el Profeta Isaías la venida de Cristo el Salvador que colmará los deseos de los
hombres de una muy estrecha solidaridad con el autor de los siglos, de los
continentes y de los hombres. Cristo Jesús está con nosotros esta noche, este día y
todos los siglos, y aunque personajes extraños tratan de acaparar las miradas y
atraerlas hacia sí, Cristo Jesús tendrá que ser el único centro de atención, de amor,
de paz y de solidaridad. Benedicto XVI lo expresa magníficamente: “En la gruta de
Belén, la soledad del hombre está vencida, nuestra existencia ya no está
abandonada a las fuerzas impersonales de los procesos naturales e históricos,
nuestra casa puede ser construida en la roca: nosotros podemos proyectar nuestra
historia, la historia de la humanidad, no en la utopía sino en la certeza de que el
Dios de Cristo Jesús está presente y nos acompaña”.
No cabe duda que todos los hombres se preguntan, unos para acogerlo y otros para
rechazarlo, cómo es Dios y qué rostro tiene. Los que han intentado acercarse a él,
nos han dado su propia versión, y nos han reflejado su experiencia, pero ha sido la
suya propia que muchas veces no refleja definitivamente el rostro del verdadero
Dios. Ni los profetas, ni los sacerdotes, ni Moisés siquiera, han logrado darnos una
versión total del Dios del Universo, e incluso, muchos quisieron hacerse un Dios a
su imagen y semejanza, para sostener la precariedad de sus vidas e incluso
tratando de encontrar en él, justificación para su estrecha o torcida manera de
vivir, justificando sus injusticias, su avaricia, su tremenda avaricia, que deja a
muchos sin comer, mientras ellos se permiten disfrutarlo todo. Todas esas
versiones que nos han dejado de Dios, han sido o incompletas o falsas, y podría
haber desconcierto, cuando San Juan, en el prólogo de su Evangelio, afirma
tajantemente que a Dios nadie lo ha visto. ¿Entonces qué hacer? ¿Está el Señor
jugando a las escondiditas? No definitivamente no, pero tendríamos que decir al
llegar a este punto, que el verdadero Dios es tan grande, que nunca lo
entenderíamos ni podríamos poseerlo con nuestra débil inteligencia y con la
cortedad de nuestra manos. Pero precisamente el Dios de los cielos, queriendo
ponerse en nuestras manos, se hace pequeño, indefenso, niño, en el portal de
Belén, y en él podremos adorar al Dios que los hombres buscan para tener una
respuesta a todas sus inquietudes. Es la respuesta del verdadero Dios, un Dios que
se hace niño y se hace hombre, para que el hombre se haga Dios. Y esa realidad se
realiza en la persona de Cristo Jesús, que es todo Dios y es al mismo tiempo todo
hombre. Qué admirable descubrimiento del Dios de los cielos, creador de cuanto
existe. En el Divino Niño podemos adorar la grandeza de Dios, sin olvidarnos que
cuando el Hijo de Dios se encarna, ya lleva presente con él la salvación para todos
los hombres con su muerte y resurrección.
Es el momento de la adoración, es el momento del amor. a Cristo mismo no lo
entenderemos sin amor, y sin amor tampoco comprenderíamos el designio de Dios
de hacerse cercano a los hombres. Mientras prendemos luces y más luces en al
árbol de Navidad, esforcémonos más por encender el corazón en la luz del corazón
de Cristo para que todo el mundo se convierta en una hoguera de amor, de paz, de
consuelo y de solidaridad para todos los hombres. Esta es la VERDADERA Y FELIZ
NAVIDAD.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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