Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Adviento,
Semana No. 3, Martes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Se promete la salvación mesiánica a todos los
pobres * Vino Juan, y los pecadores le creyeron
Textos para este día:
Sofonías 3,1-2.9-13:
Así dice el Señor: "¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora! No obedeció ni
escarmentó, no aceptaba la instrucción, no confiaba en el Señor, no se acercaba a
su Dios. Entonces daré a los pueblos labios puros, para que invoquen todos el
nombre del Señor, para que le sirvan unánimes. Desde más allá de los ríos de
Etiopía, mis fieles dispersos me traerán ofrendas. Aquel día no te avergonzarás de
las obras con que me ofendiste, porque arrancaré de tu interior tus soberbias
bravatas, y no volverás a gloriarte sobre mi monte santo. Dejaré en medio de ti un
pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no
cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua
embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos."
Mateo 21,28-32:
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
"¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo,
ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y
fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no
fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?" Contestaron: "El primero."
Jesús les dijo: "Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la
delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos
el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le
creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis."
Homilía
Temas de las lecturas: Se promete la salvación mesiánica a todos los pobres *
Vino Juan, y los pecadores le creyeron
1. Un puñado de gente pobre y humilde
1.1 A las puertas de la celebración de la llegada de Cristo es bueno recordar dos
cosas: primero, qué género de personas estarán prontas a recibirlo: "un puñado de
gente pobre y humilde", según la descripción de Sofonías; segundo, qué
espiritualidad conlleva este hecho y qué significa para nosotros como Iglesia.
1.2 Observemos que el pueblo se vio diezmado por factores esencialmente
externos, ante todo el destierro. Mas una lectura profunda de ese hecho externo los
llevó a la conciencia de un factor interno, el pecado. Así vinieron a entender que
habían sido infieles, como expresamente lo denuncia Sofonías.
1.3 Y es interesante notar que esta misma realidad del pecado viene como a
"hermanar" a los judíos y los no judíos, es decir, al pueblo elegido, el pueblo de la
alianza, con los demás pueblos. Porque si a Israel se le llama "infiel", a quienes
desterraron a Israel se les llama "ciudad potente y opresora." No son mejores los
judíos, porque fueron infieles, ni son mejores los paganos, porque oprimen.
1.4 Esta especie de hermandad en el barro del pecado será muy importante como
elemento de predicación para san Pablo, por ejemplo cuando diga: "¿Entonces qué?
¿Somos nosotros mejores que ellos? De ninguna manera; porque ya hemos
denunciado que tanto judíos como griegos están todos bajo pecado" (Rom 3,9). No
para quedarnos en la amargura de una desgracia universal, sino para gozarnos en
una gracia que a todos se predica en Cristo, pues el mismo Pablo dice poco más
adelante: "Concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de
la ley. ¿O es Dios el Dios de los judíos solamente? ¿No es también el Dios de los
gentiles? Sí, también de los gentiles, porque en verdad Dios es uno, el cual
justificará en virtud de la fe a los circuncisos y por medio de la fe a los
incircuncisos" (Rom 3,28-30).
1.5 Por otra parte, notemos cómo esta gente humilde y pobre, pero al mismo
tiempo capaz de verdad, es un verdadero puente entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento. Sofonías anuncia que este Pequeño Resto será la herencia de Dios y si
miramos el Evangelio lo que encontramos es que María, José, Ana, Simeón y todos
ellos, y también la mayor parte de las multitudes que se apretujan para escuchar al
Maestro son claros representantes de ese grupo de humillados y a la vez fieles.
1.6 ¿Y a nosotros, como Iglesia, qué nos enseña todo esto? Nos enseña, cuando ya
el Adviento entra en su fase final, cuál es la espiritualidad de los que aceptan al
Señor y le comprenden su mensaje. Cristo no será un maestro que avasalla con su
lógica, ni un tecnócrata que pretende aplicar las conclusiones de sus fríos análisis;
Cristo no será un líder de seductora elocuencia ni un comerciante de sueños. Será
el humilde entre los humildes, el pobre entre los pobres, y también el
verdaderamente fiel entre los que buscan ser fieles a Dios.
2. Lo que Cuenta Verdaderamente
2.1 El evangelio de hoy es una bella oportunidad para meditar en el sentido de la
fidelidad. Por lo pronto nos enseña que hay una fidelidad de palabras y otra de
obras. Y que la que cuenta es la de las obras.
2.2 Esa enseñanza nos queda clara. Pero hay otra enseñanza que está sugerida y
que nos puede también servir mucho. Miremos que el segundo hijo tuvo la fidelidad
de las obras pero también la rebeldía en sus palabras. ¿Qué nos indica esto?
2.3 Nos indica por lo menos dos cosas. Primera: Jesús no está hablando en
abstracto o en general. Aquellos que dicen que sí al encargo del padre y que luego
no lo hacen corresponden a los fariseos o los escribas, que se tienen en muy alta
estima a sí mismos porque conocen muy bien lo que Dios quiere y hacen alarde de
cumplirlo. Jesús los está denunciando con esta parábola. Por el contrario, los
pecadores, a quienes el Señor ejemplifica con lo más bajo de la sociedad de su
tiempo, aunque no dicen que hacen cosas buenas resultan ser mejores creyentes y
se abren más a la propuesta de la gracia, la que el mismo Señor trae con su
predicación y sus obras. De donde entendemos que el objetivo primordial de la
parábola no es oponer obras y palabras, sino denunciar la mentira de los que creen
que son buenos por lo que muestran mientras que por dentro no son como se
muestran.
2.4 Por otra parte, de este ejemplo podemos aprender que nuestros tiempos malos
en la vida no necesariamente son tiempos malditos o desperdiciados. De una
actitud tan rebelde como la del segundo hijo pudo salir un momento de
recapacitación y conversión. No porque hayamos dicho con fuerza y aparente
seguridad "no quiero" estamos ya condenados. Dios puede dar arrepentimiento. De
hecho, se puede pensar incluso que esa misma rebeldía explícita puede servir como
un medio para conocerse uno y para descubrir la verdad, horrenda pero cierta, de
la propia insolencia. ¿Cuántos ateos y cuántos herejes han conocido la bondad de
Dios después de aterrarse un día de la fealdad de su corazón protervo? Por eso no
debemos desesperar de nuestros errores pasados ni de las conversiones que Dios
pueda hacer en otros y en nosotros.