Miércoles 21 de Diciembre de 2011
Feria privilegiada de Navidad 2011
Cantar de los cantares 2,8-14
¡Oíd, que llega mi amado, saltando sobre los montes, brincando por los
collados! Es mi amado como un gamo, es mi amado un cervatillo. Mirad: se ha
parado detrás de la tapia, atisba por las ventanas, mira por las celosías.
Habla mi amado y me dice: "¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí!
Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en
la vega, llega el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oír en los
campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume.
¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Paloma mía, que anidas en los
huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu figura, déjame
escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura."
Salmo responsorial: 32
R/Aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo.
Dad gracias al Señor con la cítara, / tocad en su honor el arpa de diez
cuerdas; / cantadle un cántico nuevo, / acompañando los vítores con bordones. R.
El plan del Señor subsiste por siempre, / los proyectos de su corazón, de
edad en edad. / Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, / el pueblo que él se
escogió como heredad. R.
Nosotros aguardamos al Señor: / él es nuestro auxilio y escudo; / con él se
alegra nuestro corazón, / en su santo nombre confiamos. R.
Lucas 1,39-45
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un
pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó
el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo
y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que
has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
COMENTARIOS
«Por estos mismos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la
sierra, en dirección a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel» (1,39-40). El nexo temporal que une esta nueva escena con la anterior es
de los más estrechos, imbricándolas íntimamente. María se olvida de sí misma y
acude con presteza en ayuda de su pariente, tomando el camino más breve, el que
atravesaba los montes de Samaria. Lucas subraya su prontitud para el servicio: el
Israel fiel que vive fuera del influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va en ayuda
del judaísmo oficial («Judá», nombre de la tribu en cuyo territorio estaba
Jerusalén). Al igual que el ángel «entró» en su casa y la «saludó» con el saludo
divino, María «entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel». De mujer a mujer, de
mujer embarazada a mujer embarazada, de la que va a ser Madre de Dios a la que
será madre del Precursor.
«Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e
Isabel se llenó de Espíritu Santo» (1,41) . El saludo de María comunica el Espíritu a
Isabel y al niño. La presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito
poderoso y profético: « ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto
tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa la
que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte del Señor! »
(1,42-45).
Isabel habla como profetisa: se siente pequeña e indigna ante la visita de la
que lleva en su seno al Señor del universo. Sobran las palabras y explicaciones
cuando uno ha entrado en la sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al que va
a ser el más grande de los nacidos de mujer declara bendita entre todas las
mujeres a la que va a ser Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La
expresión «Mira» concentra, como siempre, la atención en el suceso principal: el
saludo de María ha servido de vehículo para que Isabel se llenase de Espíritu Santo
y saltase de alegría el niño que llevaba en su seno. La sintonía que se ha
establecido entre las dos mujeres ha puesto en comunicación al Precursor con el
Mesías. La alegría del niño, fruto del Espíritu, señala el momento en que éste se ha
llenado de Espíritu Santo, como había profetizado el ángel. A diferencia de Zacarías,
María ha creído en el mensaje del Señor y ha pasado a encabezar la amplia lista de
los que serán objeto de bienaventuranza.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de Fundación ÉPSILON)