EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 2,1-14.
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se
realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se
dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;
y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños
durante la noche.
De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con
su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran
alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en
pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
Comentario del Evangelio por
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Primer Sermón para la Vigilia de Navidad
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el
Señor»
Un grito de júbilo resuena en nuestra tierra; un grito de alegría y de salvación
en las riendas de los pecadores. Hemos oído una palabra buena, una palabra de
consuelo, una frase rezumante de gozo, digna de todo nuestro aprecio.
Exultad, montañas; aplaudid, árboles silvestres, delante del Señor porque llega. Oíd
cielos; escucha, tierra; enmudece y alaba, coro de las criaturas; pero más que
nadie, tú, hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¿Quién tendrá
corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le derrita el alma? ¿Se podría
anunciar mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable?
¿Cuándo se ha oído algo semejante? ¿Cuándo ha sentido el mundo cosa parecida?
Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá...
¡Oh nacimiento esclarecido en santidad, glorioso para el mundo, querido por
la humanidad a causa de incomparable beneficio que le confiere, insondable incluso
para los ángeles en la profundidad de su misterio sagrado! Y bajo cualquier
aspecto, admirable por la grandezaexclusiva de su novedad; jamás se ha visto cosa
parecida, ni antes ni después. ¡Oh alumbramiento único, sin dolor, cándido,
incorruptible; que consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh
nacimiento que rebasa las leyes de la naturaleza, si bien la transforma;
inimaginable en el ámbito de lo milagroso, pero sanador por la energía de su
misterio!
Reanimaos los que os sentís desahuciados: Jesús viene a buscar lo que estaba
perdido. Reconfortaos los que os sentís enfermos: Cristo viene para sanar a los
oprimidos con el ungüento de su misericordia. Alborozaos todos los que soñáis con
altos ideales: el Hijo de Dios baja hasta vosotros para haceros partícipes de su
reino. Por eso imploro: Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame, y quedaré a
salvo; dame tu gloria, y seré glorificado. Y mi alma bendecirá al Señor, y todo mi
interior a su santo nombre, cuando perdones todas mis culpas, cures todas mis
enfermedades y sacies de bienes mis anhelos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”