“Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del
Señor”
Lc 1, 39-45
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL ENCUENTRO DE LAS DOS MADRES Y EL DEL MESÍAS CON SU PRECURSOR
Constituyen la expresión de un único cántico de alabanza y acción de gracias a Dios por su
presencia salvadora en medio de los hombres. Ahora nos toca a nosotros, siguiendo el ejemplo
de María y de su pariente Isabel, abrir el corazón a la acción gozosa y fecunda del Espíritu y
responder al don de Dios. La Navidad es tiempo de gozo porque Dios se ha hecho uno de
nosotros dándonos a su Hijo y porque nos hemos convertido todos en hermanos e hijos del
mismo Padre.
No es posible hacer lugar a la tristeza cuando celebramos el nacimiento de la vida, vida que
destruye el temor de la muerte y nos aporta la alegría por la promesa de la eternidad: nadie
queda excluido de esta alegría: la causa de la alegría es común a todos. Alégrese el justo,
porque se acerca el premio; alégrese el pecador, porque es invitado al perdón; anímese el
pagano, porque es llamado a la vida (san León Magno).
María es el modelo de apertura de corazón a la acción del Espíritu. Ella con el don de la
maternidad no se aisló en una autocomplacencia, sino que, cual verdadera "arca de la alianza"
que encierra en sí la fuente de la vida, se pone con gozo en marcha para servir a los demás
con una caridad traducida en humilde servicio. «La esposa no engendra obras de arte en la
euforia y en la soledad, sino hijos de Adán que debe convertir en hijos de Dios con su carne y
su alma» (M. Delbrel). El anuncio de salvación y alegría que Dios nos aporta con su Palabra
esta Navidad ¿no está quizás disfrazado en gestos de amor hacia los hermanos,
especialmente con aquellos que carecen de motivos para alegrarse?
ORACION
Señor, que te has hecho nuestro hermano y desde el vientre virginal de María comunicaste con
alegría la salvación a tu Precursor en el encuentro de la visitación de María a Isabel, haz que
también nosotros, siguiendo el ejemplo de tantas personas dispuestas a acoger tus dones,
podamos alegramos en el Espíritu siempre que acojamos tu Palabra de vida.
Con frecuencia no sabemos escuchar tu voz ni sabemos orar, pero nos has dado el Espíritu
que silenciosamente ora en nosotros. Haz que nos impliquemos en su poderosa acción para
ejecutar en nosotros la verdad y, de este modo, con corazón renovado, sepamos darte con
alegría a nuestros hermanos, especialmente los más necesitados. Concédenos que la Palabra
que da vida y que nos regalas podamos vivirla con fe y testimoniarla con un compromiso
concreto en nuestro trabajo de cada día, en nuestras familias y comunidad, para que siempre
resplandezca esta alegre noticia de salvación para todos, santos y pecadores.
Como María, deseamos ver a Jesús, nuestro salvador, que nos revela el verdadero rostro del
Padre y del hombre, y meditar continuamente como la Virgen de Nazaret los grandes
acontecimientos de la historia de salvación de modo nuevo y actual. Señor, que cada uno de
nosotros esté siempre abierto a la acción del Espíritu para llevar al mundo la novedad del amor.