“El Magníficat”
Lc 1, 46- 55”
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
COMO MARIA, SE NOS INVITA, PRÓXIMA YA LA NAVIDAD , A COMPARTIR ESTA
TERNURA DEL SEÑOR
La unión existente entre la lectura de Samuel y la del Magníficat de María es significativa:
las dos madres, Ana y María, viven el gozo y la alabanza agradecida por el don de la
vida que está en ellas, signo de la bondad de Dios y se confían con un corazón sencillo
en el Señor, porque “es misericordioso siempre con aquellos que le honran” (v. 50).
¿Somos nosotros conscientes de que la pobreza y la sencillez de corazón son las
condiciones esenciales para agradar a Dios y ser colmados de su riqueza? Los frutos de
las obras de Dios se desarrollan no en la agitación ni con violencia, sino lentamente y en
silencio. Dios actúa siempre en el secreto y no con ostentación, sin que por ello el
resultado deje de ser eficaz y extraordinario.
No se puede obligar a una planta a que florezca por la fuerza; precisa germinar
lentamente e ir creciendo hasta su punto de madurez y esplendor. Tampoco se pueden
forzar los tiempos del Espíritu. Dios sabe ir llevando a la madurez el proyecto de cada
uno, de acuerdo con los tiempos y momentos que sólo él conoce. Como María, se nos
invita, próxima ya la Navidad , a compartir esta ternura del Señor confiando nuestros
proyectos y nuestra misma vida a aquel que nos ha amado primero y sólo desea nuestro
bien, dirigiéndole nuestra alabanza porque “ha escogido lo que el mundo considera necio
para confundir a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para confundir a
los fuertes... de este modo, nadie puede presumir delante de Dios” (l Cor 1,27-29).
ORACION
Señor misericordioso y fiel, tú has puesto en labios de las dos madres, Ana y María, la
oración de alabanza y agradecimiento, haciendo germinar en su corazón la alegría, fruto
de tu visita amorosa y paternal: concédenos también a nosotros, deseosos de recorrer el
mismo camino, descubrir en la oración la actitud de alabanza agradecida, por los
múltiples beneficios que nos concedes sin mérito alguno de nuestra parte, y el
agradecimiento gozoso por las maravillas que continuamente permites pregustar en tu
Iglesia y en el contacto con nuestros hermanos en la fe.
Eres Padre de todos y no quieres que ninguno viva sumido en la tristeza sin
experimentar tu amor: haz que, sobre todo los pobres de cuerpo y espíritu, los últimos y
los pecadores, experimenten tu presencia misericordiosa y sepan confiar en ti en los
momentos difíciles de su vida sin descorazonarse o alejarse de ti.
Te pedimos además que cada uno de nosotros pueda escribir en su vida su propio
Magníficat siguiendo el modelo del de María, para poder descubrir en la oración que las
riquezas que nos confías superan en mucho nuestra pobreza y que los dones que pones
en nuestras manos y en las de nuestros hermanos son un signo de que siempre cuidas
de nosotros con amor de Padre.