NOCHEBUENA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR. CICLO B.
Lc. 2, 1-14
Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando
que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo
lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada
uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret,
a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y
familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba
encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días
del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales
y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había
en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por
turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la
gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les
dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el
pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el
Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una
multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios
en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
CUENTO: ¿EN QUÉ HEMOS CONVERTIDO LA NAVIDAD?
Como sabes, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños.
Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que en este año
sucederá lo mismo. En estos días la gente hace muchas compras, hay
anuncios en la radio, en la televisión y, en todas partes, no se habla de otra
cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día. La verdad, es
agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un
poco en mi. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi
cumpleaños. Al principio parecían comprender y agradecer lo mucho que
hice por ellos, pero hoy en día nadie sabe para qué lo celebran. La gente
se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata. Recuerdo el
año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en
mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y
recuerdo también que había muchos regalos; pero.... ¿Sabes una cosa? Ni
siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se
acordaron de invitarme. La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día
me dejaron afuera, me cerraron la puerta... y yo quería compartir la mesa
con ellos. La verdad no me sorprendí, porque en los últimos años todos me
cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió estar sin hacer
ruido. Entré y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había
algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. La estaban pasando en
grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y
gritando ¡jo-jo-jo-jo!. Parecía que había bebido de más. Se dejó caer
pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo:
¡Papa Noël, Papá Noël!". ¡Como si la fiesta fuese en su honor! Llegaron las
doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos
esperando que alguien me abrazara y, ¿sabes?, nadie me abrazó... De
repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron
abriendo, hasta que se abrieron todos. Me acerqué para ver si de
casualidad había alguno para mí. ¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños
se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada?. Comprendí
entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta
y me retiré. Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la
cena, de los regalos y de las fiestas, y de mi nadie se acuerda. Quisiera
que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, quisiera que
reconocieras que hace casi dos mil años vine a este mundo para dar mi
vida por ti en la cruz y de esa forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú
reconozcas esto con todo tu corazón. Voy a contarte algo, he pensado que
como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una
fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta
espectacular. Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que este
año estoy enviando muchas invitaciones y en este día, hay una invitación
para ti, sólo quiero que me digas si quieres asistir, te reservaré un lugar, y
escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados. En esta
fiesta sólo habrá invitados con previa reserva, y se tendrán que quedar
afuera aquellos que no contesten mi invitación. Prepárate porque cuando
todo esté listo, daré la gran fiesta. Hasta pronto...TU AMIGO, JESÚS.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos
ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño
nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén.
Es de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren
Belén. La luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino
que envuelve a los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto
en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo
para descubrirlo.
Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis
miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo» .
Es algo muy grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para
alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es
solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.
Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo
siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de
los que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo
en su soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.
Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el
Señor» . No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo,
celebrado como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus
legiones. El nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo
donde los débiles son víctima de toda clase de abusos.
Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía
romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que
necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No trabajará para
ningún imperio. Solo buscará el reino de Dios y su justicia. Vivirá para hacer
la vida más humana. En él encontrará este mundo injusto la salvación de
Dios.
¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el
mensajero: «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre» . El niño ha nacido como un excluido. Sus padres
no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz
sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido, como ha podido, para
envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.
En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo
encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y
espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje:
vayamos a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios
donde se ha encarnado. ( José Antonio Pagola )