COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia
Domingo 25 de diciembre de 2011 - Natividad de Nuestro Señor
Jesucristo
¡Feliz noche buena! ¡Feliz Navidad!
¡Se nos ha dado un Niño, el Emanuel, el Mesías, el Hijo de Dios!
Vino la luz para que no sigamos más en tinieblas y para que vayamos, como
los pastores, a reconocerlo y a adorarlo. Sólo a Dios se adora, y un pueblo
que reconoce a Dios y lo adora, ha llegado a la plenitud y a la madurez. ¡Es
muy importante adorar, no es una actitud de esclavitud sino de
reconocimiento de la grandeza de Dios, de su bondad misericordiosa para
con nosotros, su pueblo!
¡Feliz Navidad para todos ustedes!
Evangelio según San Lucas 2,1-14 (ciclo B) “En aquella época apareci
un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en
todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la
Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que
pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se
dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su
esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó
el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió
en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno
sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor
y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una
gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido
un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal:
encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un
pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la
tierra paz a los hombres amados por él!”
¡Que el Niño Dios entre en nuestro pesebre y se quede para siempre!
¡Qué hermoso que es todo esto! Cómo era la pobreza, la indigencia, de la
Sagrada Familia , de la Virgen , de San José, que no fueron recibidos. Sin
embargo este Niño Dios nació en un pesebre, entre animales, donde había
comida para animales, un lugar precario. ¡El Hijo de Dios nació allí!
Observemos esta seal: “¡el Hijo de Dios naci en un pobre pesebre!”, y que
quede claro que aquí no hay ninguna otra cosa que pueda suplantarlo, ni los
brillos humanos, ni los poderes de turno, ni lo económico, ni nada por el
estilo. ¡Esa pobreza es capaz de recibir a Jesús, al Salvador, al Redentor!
¿Quiénes salen a su encuentro? Los humildes, que no son necesariamente
los pobres sociológicamente hablando. A veces es cierto que el pobre puede
estar más dispuesto y más disponible, a atender las necesidades de los
demás, porque ya las pasó. Sin embargo, aquí estamos ante el
reconocimiento de la fe, de la confianza ¡y van a adorarlo!
Allí se dan cuenta que, en Jesús, está el Mesías, el Salvador, el Señor, el
Redentor y eso provoca una actitud de admiración ¡y de canto! El cantar es
lo más propio que uno puede hacer para Dios, y ese canto -que es de
agradecimiento, de alabanza-, también es anunciar la llegada de la paz; una
paz para dársela a los demás.
¿No nos damos cuenta que las familias están destruidas?
¿No nos damos cuenta que la sociedad está destruida?
¿No nos damos cuenta que hay mucha violencia, muertes, que han roto la
imaginación popular, del pueblo, de la sociedad, con tanta malicia, con tanta
perversión y con tanta soltura?
¡Necesitamos volver a Dios, para alabarlo y adorarlo!
¡Necesitamos volver a tomar fuerzas para poder amar y vivir en paz!
Que la llegada del Niño Dios, en su pesebre, en su corazón, les renueve el
amor; y ese amor lo comparta con los demás, para que pueda alcanzar la
paz.
¡Feliz Navidad!
¡Feliz nacimiento del Redentor!
¡Que el Niño Dios entre en nuestro pesebre y se quede para siempre!
Les dejo esta bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.