Solemnidad. Natividad del Señor (25 de diciembre)
La Navidad, regalo de Dios
Acerca del nacimiento de Jesús que hoy celebramos, hay acuerdo entre los
especialistas en admitir como históricamente cierto que Jesús nació durante el
reinado de Herodes el Grande (37-4 a.C.), en la era del emperador Augusto (37
a.C.-14 d.C.), pero no se puede precisar el año exacto. Mateo y Lucas coinciden en
que Jesús nació en vida de Herodes el Grande, y a tenor de los datos ofrecidos por
el historiador judío Flavio Josefo podríamos concretar que fue antes de la primavera
del año 4 a.C. Respecto al día del nacimiento no hay datos suficientes. Por ese
motivo la tradición cristiana ha querido celebrar el nacimiento de Jesús sirviéndose
del fenómeno natural del resurgir del sol, celebrado también por otras religiones y
culturas de latitudes semejantes a la del mediterráneo. Es el nacimiento de la luz
según el ciclo anual del sol en el solsticio de invierno. El mundo cristiano lo celebra
en la Nochebuena, de la cual nace un día ya más largo, el de la Navidad. La cultura
cristiana ha hecho coincidir estos fenómenos luminosos con la celebración del
nacimiento del Mesías Jesús. Los textos bíblicos de Nochebuena y Navidad
presentan el surgimiento de esta luz en el niño Jesús. Jesús es la luz grande para la
humanidad que habita tierra de sombras (Is 9,2). Él es la luz que brilla en la
tiniebla como Palabra hecha carne (cf. Jn 1,5.14). Esta Pascua es preludio de la
otra Pascua, la de la resurrección, en la que Cristo, el crucificado y resucitado, se
presenta como vencedor de la muerte y de la tiniebla. La luz vencedora en la
pascua de Resurrección es la luz que nace en el solsticio mesiánico del invierno. La
tradición cristiana, como El Verbo encarnado, se ha hecho carne, cultura y
humanidad para seguir encarnándose en las diversas culturas anunciando al mundo
entero a Jesús, luz de las naciones.
Los evangelios de Mateo y Lucas, compuestos hacia el año 80, en sus dos primeros
capítulos dedicados al origen de Jesús, tienen un interés mucho más teológico que
histórico, y están escritos como relatos literarios, de género midrásico en su mayor
parte, es decir escritos con textos y categorías del Antiguo Testamento que llegan a
su cumplimiento en el Nuevo Testamento, hechos desde la fe y para la fe, con el fin
de revelar la gran verdad del acontecimiento del nacimiento de Jesús y no tratan de
mostrar tanto lo que a Jesús le pasó desde el principio cuanto de indicar quién es Él
desde el principio.
El motivo real de la celebración de la Navidad y de nuestra alegría es el nacimiento
de un niño, que se llama Jesús, que nació de María, la Virgen, y que es el Mesías e
Hijo de Dios. Este Jesús no es sólo un deseo, ni el astro sol, sino una persona viva,
que anunció con sus palabras y obras el inmenso amor de Dios a una humanidad
sumida, entonces y ahora, en el mal, en el egoísmo, en la envidia, en la avaricia,
en la injusticia, en el desprecio de unos a otros, y su amor entrañable le llevó a
proclamar, con su muerte en la cruz, el triunfo del amor, del perdón, de la
misericordia, del servicio a los demás, de la resistencia frente al mal y frente al
pecado. En su muerte y resurrección se hizo patente que Él es el Hijo de Dios, la
palabra viva y permanente que Dios ha revelado a la humanidad. Este Jesús es el
camino concreto a todo ser humano para que, encontrándose con él, toda persona
pueda salir adelante en medio de los sufrimientos de la vida. La Navidad es la fiesta
que hace memoria de la natividad de aquel niño y actualiza la esperanza a la que
puede renacer toda persona. Es Dios hecho hombre en un niño, el niño Dios, el niño
Jesús. La Navidad que cada año celebramos es un gran regalo de Dios a las
personas de buena voluntad, que nos llena de alegría y de paz capacitándonos para
hacer un mundo de justicia y solidaridad. Feliz Navidad.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura