Solemnidad de la Natividad del Señor
Is 52, 7-10; Sal 97; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada
de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz
brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por
Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de
la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la
conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la
cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la
Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y clama: "Este era del que yo dije: El que viene detrás de
mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo." Pues de su plenitud
hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de
Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha
visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.
Hoy la Iglesia al celebrar el nacimiento de Nuestro Salvador, el tiempo entra en la
eternidad y nuestra humanidad se une a la divinidad porque el Emmanuel, el Dios
con nosotros, con su nacimiento comienza a dar cumplimiento a las promesas del
Padre.
En el nacimiento de Jesús por lo tanto nace la nueva humanidad, la humanidad
recreada. El acontecimiento producido en Belén se considera por tanto como el
inicio de la historia nueva: la era cristiana parte desde el nacimiento de nuestro
Redentor. Cuando el Padre ha mandado a su Hijo al mundo, ha querido a través de
su Hijo revelarnos su presencia; así es como le responde Jesús a Felipe en el
evangelio de San Juan: “Felipe quien me ha visto a mí, ha visto al Padre, ¿cmo
dices muéstranos al Padre?...”. Tenemos por lo tanto que manifestar que el hecho
de la Encarnación exige que el Dios con nosotros, el Emmanuel, tomara
íntegramente nuestra condición humana; con la sola excepción del pecado original.
Signo y garantía de su condición humana, por lo tanto, es el hecho, el evento: del
nacimiento de Nuestro Salvador que hoy la humanidad celebra.
El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: Verbum caro factum est - «El
Verbo se hizo carne (Jn 1,14). () os anuncio con gozo el mensaje de la Navidad:
Dios se ha hecho hombre, ha venido a habitar entre nosotros. Dios no está lejano:
está cerca, más aún, es el «Emmanuel», el Dios-con-nosotros. No es un
desconocido: tiene un rostro, el de Jesús. Es un mensaje siempre nuevo, siempre
sorprendente, porque supera nuestras más audaces esperanzas. Especialmente
porque no es sólo un anuncio: es un acontecimiento, un suceso, que testigos fiables
han visto, oído y tocado en la persona de Jesús de Nazaret. Al estar con Él,
observando lo que hace y escuchando sus palabras, han reconocido en Jesús al
Mesías; y, viéndolo resucitado después de haber sido crucificado, han tenido la
certeza de que Él, verdadero hombre, era al mismo tiempo verdadero Dios, el Hijo
unigénito venido del Padre, lleno de gracia y de verdad (cf. Jn 1,14). «El Verbo se
hizo carne». La luz de esta verdad se manifiesta a quien la acoge con fe, porque es
un misterio de amor. Sólo los que se abren al amor son cubiertos por la luz de la
Navidad. Así fue en la noche de Belén, y así también es hoy. La encarnación del
Hijo de Dios es un acontecimiento que ha ocurrido en la historia, pero que al mismo
tiempo la supera. En la noche del mundo se enciende una nueva luz, que se deja
ver por los ojos sencillos de la fe, del corazón manso y humilde de quien espera al
Salvador. () el Verbo se hizo carne, ha venido a habitar entre nosotros, es el
Emmanuel, el Dios que se nos ha hecho cercano. Contemplemos juntos este gran
misterio de amor, dejémonos iluminar el corazón por la luz que brilla en la gruta de
Belén (Benedicto XVI; Mensaje Urbi et Orbi, 25 de diciembre de 2010).
Hoy que en nuestro corazón se escuche el alegre anuncio de la Natividad de Cristo
con las palabras del apstol San Pablo: Sí, hoy ha aparecido la gracia de Dios,
que trae la salvacin para todos los hombres. Ha aparecido, el Seor se
manifiesta en la historia, entra en la historia concreta de cada uno de nosotros,
como dicen los padres de la Iglesia “la palabra se ha abreviado para habitar entre
nosotros”. Esta es la inmensa Gracia que la Iglesia celebra hoy. La Gracia de Dios,
rica de bondad y de ternura, ya no está escondida, sino que «ha aparecido», se ha
manifestado en la carne, se ha hecho hombre, nos ha mostrado su rostro en Belén.
En este recién nacido, el Hijo de la Virgen María, en Él ha aparecido la gracia de
Dios, nuestro Salvador. Por eso ese Niño se llama Jesús.
La Navidad es fiesta de luz. No una luz total, como la que inunda todo en pleno día,
sino una claridad que se hace en la noche y se difunde desde un punto preciso del
universo: desde la gruta de Belén, donde el Niño divino ha «venido a la luz». Cristo
ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la
Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se
sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el
mal en bien, y cambiar el corazón del hombre.
La figura de Juan el Bautista es importante no sólo por el cumplimiento de las
promesas. Hoy la Iglesia como Juan el Bautista nos anuncia y nos muestra al
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo y nos desvela la Nueva
Humanidad en Cristo Jesús.
Que la estrella que guió a los magos, también nos guíe al encuentro de Nuestro
Salvador. Que en esta Noche Santa de Navidad el Señor llene de gozo vuestro
corazón y el año venidero Dios en Cristo bendiga tus proyectos.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar