Al principio existía la Palabra , y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios
Jn 1, 1-18
Comentario-estudio de la lectura del santo Evangelio según Juan (1)
Lectio Divina
LA NAVIDAD DE JESÚS ES TAMBIÉN NUESTRA NAVIDAD
La lectura de la Palabra de Dios en el misterio adorable de la Navidad converge sobre la
memoria de que el Hijo de Dios ha venido a nosotros, un Dios con nosotros y para nosotros.
Dios trascendente e invisible ha dejado su lejanía e invisibilidad y ha tomado un rostro huma no
haciéndose visible, concreto y asequible: «Se ha hecho lo que somos, para hacernos partícipes
de lo que Él es» (Cirilo de Alejandría). Esta fe nuestra se funda sobre una explicación que el
evangelista Juan encuentra colocando la raíz de la existencia de Jesús en el seno del Padre
(Jn 1,1-3). La reflexión bíblica, sin embargo, va más lejos y nos impulsa a contemplar quién es
Jesús para nosotros: es Dios de salvación para todo hombre.
Pero la Navidad es también la memoria de la modalidad histórica en la que se ha realizado la
encarnación. Ha elegido la vida del pobre y del derrotado para que nosotros pudiésemos
vislumbrar el poder de Dios en su elección de la pobreza y de la kenosis (despojo). Porque Él
quiere ser buscado, reconocido y acogido: como un pobre necesitado y sufriente, porque no
sólo se ha hecho hombre, sino que se ha quedado entre los hombres.
Con su nacimiento, además, nos ha hecho también el don de ser hijos: «A cuantos la
recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios» (In 1,12). La Navidad de Jesús es también
nuestra Navidad, la de nuestro renacer a una vida nueva. En Él también nosotros hemos sido
«destinados a ser hijos adoptivos» del Padre celestial (Ef 1,5); d. 1 Jn 3,1). Si Dios mismo nos
dice: « ¡Tú eres mi hijo!», a nosotros no nos queda sino agradecerle y alegrarnos por nuestra
participación en la vida divina.
ORACION
Padre nuestro, en estos días hemos escuchado muchas palabras sobre la Navidad y estamos
saciados de ellas pero, en realidad, no hemos comprendido a fondo el sentido de aquellas
verdades.
Juan Pablo II ha hecho esta reflexión: «El Niño alienta. ¿Quién oye el gemido del Niño? Por Él,
empero, habla el cielo y es el cielo el que revela la enseñanza de este nacimiento. Es el cielo el
que la explica con estas palabras: « ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los
hombres que gozan de su amor!». Es preciso que nosotros, tocados por el hecho del
nacimiento de Jesús, escuchamos este grito del cielo ». ¿Cómo acoger y escuchar el vagido de
este Niño?
Ésta es la pregunta que tú, Señor, suscitas en nuestro corazón. Nuestra respuesta quiere ser
pronta y generosa, sobre todo con la escucha de tu Palabra que se presenta educadora de
sensibilidad cristiana para hacer la experiencia de que tú eres «Emmanuel». Queremos,
además, corresponder a los dones, como el grandísimo que nos has hecho al nacer entre
nosotros. Nuestro don es nada respecto al tuyo, pero continúa esta donación por solidaridad y
participación plena de la vivencia humana.
Tu Navidad nos propone también la consciencia de la fraternidad universal. Cada uno de
nuestros gestos navideños pretende ser no sólo privado o familiar, sino abierto a la solidaridad
y a la bondad, especialmente con los más necesitados de ellas, como los pobres, los
inmigrantes, los explotados, los que viven en soledad o son olvidados, porque justicia social y
solidaridad van siempre juntas.