“Aquél que persevere hasta el fin se salvará”
Mt. 10, 17-22
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
DEJARSE ILUMINAR TOTALMENTE POR LA ENSEÑANZA Y EL TESTIMONIO VIVIDOS
POR JESÚS
¿Cuál es el sentido cristiano del sufrimiento y de la muerte del texto bíblico que considera la
liturgia de hoy? La respuesta a interrogantes tan fundamentales de la vida humana se
encuentra sólo en el dejarse iluminar totalmente por la enseñanza y el testimonio vividos por
Jesús. - Humanamente hablando, la muerte es el fin de todo - escribe S. Kierkegaard, - Y
humanamente hablando hay esperanza sólo mientras hay vida -. Pero para el cristiano el
sufrimiento y la muerte no son en modo alguno el fin de todo; son solamente pequeños
acontecimientos comprendidos en el todo que es la vida eterna.
En el sentido cristiano, pues, hay infinitamente más esperanza en la muerte que hablando en
un mundo meramente humano, en el que no sólo hay vida, sino una vida en plena salud y
fuerza física.
La muerte de Esteban o de tantos primeros testigos de la fe cristiana no tendrá la última
palabra sobre la vida de estos discípulos de Jesús, porque Cristo es el Señor de la vida y de la
muerte. La resurrección de Jesús muestra la verdadera gloria, como única realidad de la
verdadera vida, hacia la que se encamina todo creyente.
Esta prevé, sin embargo, que la gloria de Jesús y de cada uno de sus discípulos pasa
justamente a través del Gólgota y la muerte en cruz. El sufrimiento y la muerte de Jesús y de
todo discípulo suyo ofrecen un signo que habla a la fe. El plan de Dios es más grande que el
pequeño y estrecho del hombre. El amor de Dios supera con mucho el interés particular de
cada uno de sus hijos.
Sólo Jesús, signo del amor de Dios a los hombres es capaz de liberar al hombre de la muerte y
de hacer brotar en el corazón del discípulo la fe como respuesta radical a la salvación ofrecida
por Dios.
ORACION
Señor de la vida y de la muerte que, con tu enseñanza y ejemplo de coherencia y de vida, nos
has enseñado a afrontar el sufrimiento e incluso la muerte, nosotros deseamos alzar la mirada,
como dice la Escritura, hacia ti, que eres “el que traspasaron” (Jn 19,37). Ésta es una invitación
dirigida a todos los hombres para que vean y crean a tu corazón traspasado con una mirada
interior y contemplativa que los introduzca en el misterio de la salvación.
Nosotros, como el primer mártir Esteban y tras él todos los mártires y los santos, queremos
hacernos partícipes de la experiencia y de la fe del primer testigo, que ha visto durante su
martirio tu gloria, aquella gloria que el Padre te ha reservado por tu dócil obediencia hasta la
cruz. También para nosotros esta mirada hacia el cielo debe hacerse contemplación de fe,
experiencia interior, posesión permanente. Esto quiere ser también un compromiso para
celebrar contigo la obra del Padre y de penetrar en la contemplación tu vida divina con un
testimonio de fe y de amor.
Sabemos que el único remedio válido contra el miedo es la fe. Señor, tú has pedido a tus
discípulos superar el grave momento del dolor y de la prueba, no tanto acogiéndose con la
mente a tus palabras, cuanto creyéndote a tí con el corazón y con la vida entera, a ti que
comunicas la palabra del Padre, la única que salva y elimina toda turbación. No hay, pues,
verdadera fe en Dios sin fe en ti, porque Dios se ha revelado como tu Padre y tú nos has
revelado su rostro luminoso.