Solemnidad de Santa María Madre de Dios B
“María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”
“Seor, asístenos con tu gracia, para que proclamemos con fe íntegra y celebramos
con piedad sincera el misterio admirable de la encarnacin de tu Hijo”. Así ha orado
la Iglesia, en su oración litúrgica, próxima ya la Navidad.
Es lógica esta oración ya que el misterio de la Navidad nos desborda. Lo hemos
rodeado de cierta ingenuidad infantil, de un sentimentalismo superficial, y de cierta
alegría y generosidad de unos buenos deseos efímeros como de un día. Tiene su
explicación porque la Navidad gira toda ella en torno a “un nio envuelto en
paales y acostado en un pesebre”. La seal que los ángeles dan a los pastores
para que encuentren al Salvador puede parecer una tomadura de pelo. Olvidamos
lo que leemos en Isaías “Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos son mis caminos” (Is 5, 8) ¿Dnde está la fuerza, el poder de
quien se presenta como salvador? ¿En un niño? Esto no cabe en cabeza humana, y
por eso hemos cambiado nosotros la Navidad haciéndola a nuestro gusto.
¿Buscamos a un Salvador o disfrutamos de unos días de fiestas entrañables?
Hoy, a los ocho días de haber celebrado la Navidad nos encontramos con María que
“conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazn”. Movida por la gracia
de Dios, vive con fe íntegra, es decir con todo su ser y actuar, y celebra, es decir, lo
manifiesta y tiene presente, con piedad sincera, el misterio del Dios-con-nosotros.
María considera los acontecimientos de Belén como señales inequívocas del amor
de Dios, y del sentido y orientación de la vida de Jesús, vida de entrega, trazando
el verdadero camino de la salvación. Los vivía, no de manera superficial o
puramente sentimental, sino que los contemplaba en lo más íntimo de su ser y se
esforzaba por entenderlos y vivirlos cada vez más y mejor.
Profundicemos en el misterio de Navidad. No nos quedemos simplemente en la
poesía, en el sentimiento, en lo externo. Pensemos en la señal dada por los ángeles
a los pastores, que es también la única señal con lo que podemos identificar al
Salvador. Los primeros en recibir el anuncio del nacimiento del Mesías, no fueron
los poderosos, los influyentes en la sociedad, los sabios y entendidos. El anuncio se
hizo a gente sencilla. El amor no cabe en la cabeza, en el poder, en la ambición. Si
en el corazón sencillo que no pregunta, sino que acoge con gratitud y gozo. No
“pasemos” de esta llamada de hoy. Procuremos, como María, profundizar en el
misterio de Navidad, dejando que cale en el corazón, y sea fuerza transformadora y
luz que nos oriente y guíe.
Viviendo con fe íntegra y celebrando con piedad sincera la Navidad la paz que hoy
pedimos, porque es tan necesaria en nuestro mundo, se irá haciendo realidad.
Haríamos mal en preocuparnos por la paz de los que están lejos de nosotros si nos
despreocupamos de sembrarla a nuestro alrededor. No habrá paz si no se respeta
la conciencia de las personas. A nuestra sincera oración por la paz, debe ir unido el
serio compromiso de ser artífices de paz en el quehacer de cada día, y en el
ambiente en que nos movemos.
En este día de Año Nuevo, en que intercambiamos deseos de bienestar y
prosperidad, viene como anillo al dedo la bendicin del libro de los Números: “El
Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti, y te conceda su favor: El
Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Nm 6, 27). El hombre bíblico era consciente
de que, por sí mismo, no podía alcanzar la felicidad que tanto anhelaba. Por eso
busca la bendición de Dios. Si quitamos a Dios de nuestra vida, de las instituciones
e incluso de las leyes, será difícil conseguir la paz porque otros dioses se adueñan
del corazón del hombre. Dios autor de la felicidad plena, con su bendición, esté
presente a lo largo del Nuevo Año que empezamos. Somos peregrinos en el tiempo,
y nuestro caminar ha de ser siempre alentado por la esperanza, fortalecido con el
favor de Dios, y apoyado en el sentido fraternal de nuestra realidad humana.
Joaquin Obando Carvajal.