DIA 30 DE DIEMBRE
SAGRADA FAMILIA
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
a.- Sir. 3, 3-7. 14-17: Dios hace el padre respetable y afirma la autoridad
de la madre.
En el libro del Sirácida o Eclesiástico, se hace un elogio del amor familiar y las
consecuencias respecto a Dios. El hijo que honra a su padre y madre recibe una
abundancia de bendiciones para su vida familiar. Si honramos a Dios, debemos
aprender a honrar también a nuestros padres. Esta relaciones familiares en la
mente del autor sagrado son la mejor ocasión para poner en práctica la fe en Dios.
Aquí nos detenemos en meditar los deberes de los hijos para con los padres, pero
en esta misma obra de dedican texto para señalar también los deberes de los
padres en la educación de los hijos (cfr. Eclo. 30,1-13; 42, 9-14). Además hay que
tener como trasfondo, la importancia que tenía el cumplimento del cuarto
mandamiento en la cultura religiosa hebrea (cfr. Prov.19, 26; Rut.1, 16; Tob. 4,3-
4). Puestos a meditar estos pasajes bíblicos, vemos como la autoridad del padre
viene de Dios y la de la madre de su unión a su esposo, ya que la vida tiene su
origen en Yahvé (cfr. Ex.20, 12). Hermoso el consejo del anciano Tobías a su hijo
antes de morir: “Llam, pues, Tobit a su hijo, que se present ante él. Tobit le dijo:
«Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un
disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza
por ningún motivo. Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando
te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltala junto a mí, en el mismo
sepulcro. «Acuérdate, hijo, del Señor todos los días y no quieras pecar ni
transgredir sus mandamientos; practica la justicia todos los días de tu vida y no
andes por caminos de injusticia, pues si te portas según verdad, tendrás éxito en
todas tus cosas, como todos los que practican la justicia.” (Tob, 4,3-7). De las
varias formas de purificarse de los pecados cometidos están los sacrificios en el
templo, dar limosna, ayunar, evitar el mal y finalmente la piedad para con los
padres (cfr. Eclo. 3,30; 28,2; 34, 26; 35,3). Quien esto realiza, acumula tesoros
(cfr. Eclo.3,3-4), es decir, en el sentido de recibir bienes espirituales, acumular
méritos que serán recompensados por Yahvé. Quien honra a sus padres, tiene
asegurado ser escuchado por Dios cuando ore en cualquier necesidad. Se quiere
resaltar que la misma actitud que ahora tiene el hijo con sus padres la tendrán los
suyos, sus hijos con él (cfr. Mc. 4, 24). Finalmente, la piedad hacia los padres, se
verá recompensada con una larga vida. La actitud del hijo debe estar cimentada en
la dulzura, humildad, lo que atrae el favor de Dios, su poder es grande pero son los
humildes quienes lo reconocen y glorifican.
b.- Col. 3, 12-21: El amor ceñidor de la unidad consumada en la familia
cristiana.
El apóstol Pablo, luego de enumerar los vicios y actitudes con las que muchos de
los paganos se convirtieron al evangelio, ahora revestidos del conocimiento de
Cristo, se van renovando interiormente, el hombre nuevo hasta alcanzar ser
imagen de su Creador (v.10). El hombre creado se perdió buscando el conocimiento
del bien y del mal, lejos de la voluntad de Dios, está sujeto al pecado y sus
apetencias, este hombre viejo está condenado ala muerte (cfr. Gn.1,27; 2,17;
Rm.5,12; 6,6; Ef.4,22). El cristiano, hombre nuevo, re-generado en Cristo por el
Bautismo, encuentra nuevamente la rectitud interior y el conocimiento moral. A
este hombre se dirige ahora Pablo y enumera una serie de virtudes de las que se
reviste el cristiano, pero con una clara vocación comunitaria eclesial: entrañas de
misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, tolerancia mutua, pero
por sobre todo la caridad, vínculo de perfección (cfr. Ef. 2,15; Rm. 8, 29). Esta
perfección abarca todo el arco de la vida cristiana, en su aspecto moral, de forma
individual y comunitaria, pero también se entiende, la perfección como vínculo de
amor entre los creyentes. De esta forma el apóstol está hablando de la comunidad
eclesial, llamada a la perfección. Invita a vivir estas actitudes o virtudes,
comenzando por dar gracias, celebrar la Eucaristía, escuchar la palabra con
exhortaciones, en medio de cánticos e himnos. Finalmente exhorta a la familia
cristiana a vivir como conviene en el Señor, es decir, en mutua obediencia, los
esposos entre sí, los hijos al padre pero a éste recomienda ser suave con la mujer y
los hijos. Se trata de precepto morales de la vida común, pero cristianizados, es
decir, en el Señor Jesús, como criterio fundamental (cfr. Ef. 5,21ss).
c.- Lc. 2, 22-40: El Niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.
Este evangelio consta de varias partes: la presentación (vv. 22-24; revelación de
Simeón (vv.25-35; testimonio de Ana vv.36-38, y vuelta a Nazaret (vv.39-40).
Todo el evangelio de la infancia se centra en el templo de Jerusalén, desde el
anuncio a Zacarías y la subida de José y María al mismo. Como trasfondo tenemos
el cumplimiento de la Ley de Moisés: todo primogénito varón es sagrado,
consagrado a Yahvé, y por lo tanto, no se sacrificaba al ser humano, sino un animal
puro, un cordero o palomas, en el caso de la ofrenda de los pobres (cfr. Ex.13; Lev.
12). El evangelista quiere resaltar que Jesús, como primogénito de María, ha sido
presentado al Señor, es decir, rescatado, por el sacrificio de las palomas, ofrecido al
Padre. Esta escena se comprende mejor en la escena del Calvario, donde no será
rescatado sino que ofrecido como primogénito al Padre morirá por la salvación del
mundo. A esto se une la purificación de María, que sigue las prescripciones de la ley
judía. El centro de este evangelio lo constituye la revelación y cumplimiento de lo
esperado por el viejo Simeón: Jesús ha sido ofrecido al Padre, y responde enviando
el Espíritu Santo al anciano que comienza a profetizar (vv. 29-32. 34-35), el pueblo
puede estar tranquilo, porque tiene en sus manos al Salvador esperado, la vida
nueva, la salvación es no sólo para Israel, sino para todas las naciones. Las
palabras del anciano encierran gozo y esperanza, pero hechas de lucha y dolor, por
ello terminan con la profecía hecha a María: una espada de dolor atravesará su
alma (vv. 34-35). Si la subida y visita al templo, han comenzado con un sacrifico
(vv.22-24), continuarán con ese mismo signo de sacrificio en las palabras de
Simeón: Jesús será piedra de tropiezo, bandera discutida, signo de contradicción
para Israel, con lo que se abre un surco e vida que culminará en el Calvario, y se
extenderá hacia la Iglesia. Quien escuche a Jesucristo, su evangelio y lo acepta es
porque tiene la clara intención de seguirle por el camino de la vida con sus luces y
noches, vida y cruz, muerte y resurrección; ese caminar no será nunca sólo, porque
le acompaña el amor y fe, sacrificio y esperanza de la Madre de Jesús. La profecía
de Ana, hecha de alabanza y agradecimiento, presenta como Simeón a Jesús como
el Salvador. Vueltos a Nazaret, Jesús crecía en gracia y estatura, sabiduría y
obediencia a sus padres de la tierra.
Santa Teresa del Nio Jesús, escribe: “Me ensea el Evangelio que sumiso/ a María
y José permanece Jesús,/ mientras crece en sabiduría./ ¡Y el corazón me dice/ con
qué inmensa ternura a sus padre queridos/ él obedece siempre!/ Ahora es cuando
comprendo el misterio del templo,/ las palabras ocultas del amable Rey mío:/ Tu
dulce Niño, Madre,/ quieres que seas tú el ejemplo vivo/ del alma que le busca/ a
oscuras, en la noche de la fe.” (Poesía 54, Por qué te amo María).