Discipulado encarnado
Todavía subsisten en nuestros ambientes las dicotomías o divisiones con las
cuales separamos en el ser humano y en nuestras relaciones, lo sagrado de
lo profano, cuerpo y espíritu, fe y vida. Con ello hacemos eco a la
modernidad, fragmentando nuestra existencia en miles de partículas
inconexas, momentáneas, superficiales.
La liturgia de hoy nos lleva de nuevo a la escuela del discipulado. Hombres
y mujeres, supuestamente, a la escucha del Maestro como el niño Samuel o
capacitados para el seguimiento como los discípulos de Juan que lo dejan
con el dedo en alto, en actitud de señalar, en medio de tanta humanidad, al
´Cordero de Dios´.
Pablo nos invita a “encarnar” el discipulado. A “dar gloria a Dios con nuestro
cuerpo”. A buscar la integralidad de nuestro ser en el seguimiento de Jesús.
A buscar la madurez en la unidad de nuestro ser total, en la comunión con
todos los seres de la creación asumiendo con humildad profunda, pero con
conciencia plena, el “precio por el cual hemos sido rescatados”.
Eran como las cuatro de la tarde cuando los dos discípulos se encontraron
con el Maestro. Hora del sosiego, de la penumbra anunciada, del espacio
propicio para la escucha y la visión. “Vengan y verán”, les había dicho. Era
una clase de humanidad y de espiritualidad integrales. Un Maestro que sabe
conjugar vida y espíritu.
Cochabamba 15.01.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com