Discipulado en conversión
Aparecida ha tenido el valor de mandar a la escuela a todo aquel que se
confiese seguidor y discípulo de Jesús. Es exigencia sin excepciones. En este
campo todos y todas somos aprendices, cuando no, balbucientes que
deletrean la Palabra. Este aprendizaje se asimila a la vida y le da sabor,
sentido y pasión. Es conversión.
Las lecturas de hoy relacionan, mejor, identifican discipulado y conversión.
Esta conversión comienza por aquellos que se autoidentifican como
´maestros´, evangelizadores, comunicadores de la Palabra. Es el caso de
Jonás. Por los signos que Dios le da, se realiza en él, el milagro de la
conversión.
Pablo nos da dos requisitos para una verdadera conversión: 1. Asumir
nuestra temporalidad, el momento histórico en que vivimos llenándolo de
Cristo. 2. Quitar las máscaras, las apariencias, todo aquello que es
superfluo y desdice de nuestra opción en el seguimiento de Jesús.
Él nos pide dejar las redes. Poca cosa. Pero en ellas estaba la vida de estos
primeros discípulos. Era su entorno y su mundo. Dejarlas era comenzar a
entretejer realidades nuevas, abrirse a horizontes desconocidos, lanzarse al
abismo. El primer paso de la conversión es el rompimiento con toda
seguridad y acomodo. Seguir a Jesús es simplemente, vivir la experiencia
de la conversión.
Cochabamba 22.01.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com