NAVIDAD
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
En estos días, en que el viento trae ecos de villancicos y el rocío de la noche parece
oler a ternura, cruzan el espacio miles y miles de postales con motivos navideños
que, como ángeles discretos, nos vuelve a anunciar la mejor y más buena Noticia:
el Nacimiento de nuestro Salvador. Algunas postales – ¡qué pena!- ya han perdido
el motivo y la referencia navideña. Que sigan conservando, al menos, los buenos
deseos para los destinatarios.
Mi felicitación quiere, entre otras cosas, responder a las vuestras, tan cordiales, a
las que me es imposible contestar una por una.
Hace ya más de veinte siglos que Dios se hizo hombre para hacer al hombre hijo de
Dios. Se abajó para levantarnos; se vació para llenarnos. En Él hemos visto hasta
dónde llega el amor que Dios nos tiene. Y en Él vemos hasta dónde tendría que
llegar nuestro amor.
Contemplemos en silencio este misterio de “Dios con nosotros”. Es una
contemplación que endulza el corazón y ablanda el alma. Es una lástima que el
mercantilismo voraz de nuestra sociedad acalle el sentido de la Navidad.
En cada Navidad, el Niño de Belén viene a nosotros pidiéndonos, como a María, las
entrañas para seguir encarnando en nuestra vida lo que trae de ternura, de paz, de
solidaridad, de amor. ¡Que hermoso si cada pueblo fuera un belén, “casa del pan”,
de pan partido y compartido; si cada hogar fuera un portal abierto para cobijar
soledades; si cada corazn fuera un pesebre como el de la primera Navidad…!
Este año, en que hemos estrenado un nuevo Plan pastoral, he pedido al Niño Dios
un aguinaldo especial para todos los diocesanos de Albacete: “Renovarnos para
evangelizar”. Renovarnos para seguir anunciando la Buena Noticia -¡la mejor
Noticia!-, la misma que escucharon los pastores de la serranía de Belén: Que para
todos los hombres “ha nacido un Salvador, el Mesías, el Seor”.
El aguinaldo incluye la petición de un corazón grande para amar. Porque, como
sabéis, hay muchos millones de personas en nuestro mundo que carecen de lo más
necesario para vivir; que muy cerca de nosotros hay muchas familias que lo están
pasando mal. Nuestra Iglesia, a través de Cáritas, ha intentado, durante todo el
Adviento educarnos el corazón para la solidaridad. Lo ha hecho con un lema que
chorrea Palabra de Dios: “Vive sencillamente, para que otros, sencillamente,
puedan vivir”. Y cada semana nos ha invitado a hacer unos gestos tan sencillos
como, por poner un ejemplo, abrir los armarios. Se pretendía que al ver cuánto nos
sobra, cayéramos en la cuenta de cuánto les falta a otros.
¿Habéis hecho el belén? Basta un portalito sin puertas ni ventanas. Y pedid a Dios
ojos nuevos para que, en el Nio del pesebre y en su humilde familia, “que no tuvo
sitio en la posada”, veáis, con la mirada del alma, a la vez que el misterio del amor
más grande, a todos los niños y a todas las familias que reescriben sin
romanticismos, con toda su crudeza, la dura realidad de la pobreza de Belén.
Las calles más céntricas de nuestras ciudades se han embellecido con guirnaldas de
luces de colores. Que en esta Navidad seamos capaces de encender estrellas de
esperanza para todos los desesperanzados.
¡Feliz Navidad!