Fieles al bautismo del Señor
FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS,
8 de Enero de 2.012 B
En aquel tiempo, proclamaba Juan: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y
yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con
agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el
Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una
paloma. Se oyó una voz del cielo:«Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto. Marcos 1,
6-11
A la vista de una sociedad neopagana y necesitada por ello de una nueva
evangelización, hay quienes piensan que son excesivos los bautizos que se
administran. Que la Iglesia debería, con maternidad responsable, llevar cierto
control de natalidad bautismal. Que el elevadísimo porcentaje de bautizados
debería sufrir un llamativo descenso, dada la ínfima o nula calidad de muchos
cristianos. Que, o se debería suprimir el bautismo de los niños, o se debería pedir
mejores y mayores garantías de ambiente y testimonio cristianos a los padres y
familiares. Que ya está bien de tanta inflación cristiana, de tanto “cristianado”
suelto incomprometido en la promoción del derecho y sin el gozo de saberse
querido y preferido de Dios. Que, ante tanta cantidad de cristianados y tan poca
calidad de cristianos, sería preferible instaurar, como en los tiempos fuertes y
recios de la Iglesia, intensos y extensos catecumenados, tras los cuales proceder a
bautizar a los convertidos en vez de estar convirtiendo, como ahora, a los
bautizados.
Cierto que la Iglesia, bautizada toda ella en el Espíritu de Jesús, no debe quebrar la
caña cascada ni apagar el pábilo vacilante de sus hijos jamás convertidos del todo.
Ella sabe muy bien que el Bautismo es también un punto de partida como todo lo
grande, y que bautizar en el agua y el Espíritu jamás es un mérito y siempre es una
gracia. Que el Bautismo es un proceso de por vida y que nunca terminamos de
estar “bautizados” del todo. Que el Espíritu comienza en la cuna y termina en la
tumba...
Pero todo esto no quita el que se haga, se intente hacer, una mayor justicia al
Bautismo de Jesús - hemos sido cobautizados con Cristo - y que se dé una mayor
credibilidad a nuestras pertenencias eclesiales; para que Espíritu de Jesús no sufra
un infamante secuestro, perpetrado por la misma Iglesia a quien Cristo mismo
envió a bautizar.
Sin caer ciertamente en radicalismos, ni puritanismos, ni minorías exquisitas; pero
sí promoviendo comunidades catecumenales. Aunque tuviéramos que sufrir algún
que otro “nabucosonosor” que, incluso sin pretenderlo, colaborase a destilar un
“Resto” de creyentes, pasados por la prueba y convertidos en la base y esperanza
de un nuevo Israel, de una Iglesia más auténtica y depurada, más creyente y
creíble, más testimonial y cristiana …
Juan Sánchez Trujillo