ELEGIDOS PARA SALVAR
(Bautismo del Señor. Ciclo B)
12 enero 2003
"En aquel tiempo, proclamaba Juan: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y
yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias". (Mc 1,6)
El Bautismo es un hecho fundamental en la vida del cristiano. Y fundante: es decir,
él constituye al cristiano. Por eso, entender bien el Bautismo es comprender lo
imprescindible del cristiano. Y, desde ahí, tener muy claro cuál debe ser su vida, su
comportamiento.
En primer lugar, es claro que el Bautismo es una elección. Dios escoge. Así aparece
en las frases: "Mirad a mi elegido a quien prefiero" (del profeta Isaías, en la
primera lectura de este domingo), "Tú eres mi Hijo amado, mi preferido" (en el
Evangelio de Marcos, que hoy proclamamos). Por consiguiente, es un regalo, una
gracia, un don que Dios nos hace, sin mérito alguno de nuestra parte. La salvación
tiene su origen en Dios. Cuando Él nos sale al encuentro, nosotros podemos
aceptarlo. En el Bautismo, hemos sido visitados salvadoramente por Dios.
¿Y para qué nos elige Dios? "Para que traiga el derecho a las naciones... para que
abra los ojos de los ciegos, saque a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a
los que habitan en las tinieblas". "Para que bautice en Espíritu Santo." Es decir,
para que implante el bien en el mundo. Para que trabaje por la justicia. Para que
sea fuente y causa de santidad.
Aquí empezamos a descubrir algo muy importante: esta misión nos sobrepasa a
cualquiera de nosotros. ¡No somos tan buenos como para hacer tan bueno al
mundo! Es verdad. Porque la misión descrita, en realidad, pertenece a Jesús de
Nazaret, el Hijo de Dios. Pero, por asociación, a todo bautizado. ¡Para eso hemos
sido hechos partícipes de su vida en el Bautismo! ¡Y de su misión! ¿No podríamos
interpretar así las palabras "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no
merezco ni agacharme para desatarle las sandalias"? Efectivamente, la tarea del
bautizado debe consistir en identificarse cada vez más con Jesús de Nazaret. Él
debe estar siempre detrás de nosotros, de nuestros actos... Él debe manifestarse a
través de nuestra vida... Crecer en Cristo, para menguar nosotros, como se nos
dice en otro pasaje: "Conviene que Él crezca y yo mengüe". En definitiva, hemos
sido bautizados, para que, a nuestro través, Cristo (cada vez más aceptado en
nuestra vida) continúe salvando el mundo.
Hermosa tarea. Difícil tarea. Pero no imposible, porque, para ella, Dios "nos ha
cogido de la mano... y ha puesto sobre nosotros su Espíritu".
El bautizado, como Jesús, es un elegido amado por el Señor, y, a la vez, un
salvador.
Miguel Esparza Fernández