1
De nuevo en la fila cotidiana
Domingo del Bautismo del Señor (Mc 1,7-11)
8 de enero de 2012
Ya han pasado estas fiestas navideñas, y ahora viene el rito laborable que tanta gente tendrá que
realizar volviendo a esa trama cotidiana en donde se faena cada día. Pero como broche de cierre de este
tiempo especial navideño, la liturgia nos regala la fiesta del Bautismo del Señor que tanto puede decirnos
al respecto. Jesús con su Bautismo inaugura su quehacer público. Deja el anonimato en el que ha vivido
hasta entonces para zambullirse en la misión salvadora para la cual vino. Con el Bautismo de Jesús, Dios
se inserta en esa historia de la que jamás dejó de estar presente, para estar de un modo más palpable y
audible.
En estos días hemos recordado que Jesús es la Palabra que el Padre Dios acampó en nuestra
tierra, pero Palabra que ha asumido hasta el final la condición humana, y por lo tanto, ha querido aprender
a hablar nuestros lenguajes. Esta Palabra de nuestro Dios no tiene un sabor revanchista, como si Él se
hubiera enojado ante nuestra pertinaz dureza e incomprensión de tantos mensajes y tantos mensajeros
como nos ha ido enviando desde que decidimos desoír la primera palabra que nos dirigió en el umbral de
la creación. No, no es Jesús la “palabra enfadada”, la palabra “despadrada” del Padre Dios. Vuelve a ser
una palabra llena de misericordia entrañable.
Ahora vuelve aquella escena que recuerda la primera voz de Dios: el Espíritu de Dios que aletea
como una paloma sobre nuestra tierra y nuestra historia. Es una Palabra que nos devuelve la felicidad
perdida o pendiente de estreno. Jesús es una Palabra en la que podemos reconocer el lenguaje de nuestro
corazón, porque Él pondrá la mejor “letra” a tantos tarareos que nos gastamos con esfuerzo desmedido e
ineficaz. Él se ha humanado para enseñarnos a ser humanos, Él ha aprendido a decirse en nuestras
lenguas para que nosotros comencemos a balbucir la suya, la que se habla en el hogar trinitario al que
estamos destinados felizmente todos nosotros.
Después de las navidades volvemos al faenar de cada día, como Jesús reemprendió su presencia
entre nosotros de un modo nuevo tras su Bautismo. Se nos invita a mirarle, a escucharle, porque en Él está
nuestro espejo intuido y nuestro eco mejor. La alegría que está donde siempre estuvo y que no depende de
consignas de grupo ni de guión de festejos, el gusto por la vida que llena de pasión cada cosa que se hace.
Para esto ha venido Jesús, para esto ha comenzado su ministerio. En Él, la creación vuelve a ser pura,
creíble, apasionante. Dios nos da su Palabra más amada y preferida... y nuestras voces encuentran
finalmente el sentido de su hablar si logramos escucharla y entrar en su santa conversación.
Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo