Domingo Segundo del Tiempo Ordinario B
“¿Qué buscáis?”
Hemos terminado el tiempo de Navidad, y comenzamos, lo que en liturgia se conoce como
Tiempo Ordinario, lo cual no quiere de menos importancia, sino que no se destaca, de manera
relevante, algún misterio de la vida de Cristo.
El centro de todos los tiempos litúrgicos es la persona y figura de Cristo, que vive y la
actualizamos en nuestras celebraciones. Las primeras comunidades cristianas no tenían
tiempos fuertes ni ordinarios en la liturgia. Celebraban, en el día del Señor, el Domingo, a Cristo
que vive, actualizando su presencia, creciendo así en la fe y en el testimonio.
Al comenzar litúrgicamente el tiempo ordinario, los que somos asiduos a las celebraciones,
principalmente a la Eucaristía dominical, dejemos que resuene en nuestro interior la pregunta
que Jesús hizo a Juan y a Andrés que le seguían: “¿Qué buscáis?”.¿Qué buscamos cuando
asistimos a la Eucaristía? Juan y Andrés, que siguieron a Jesús, luego llevaron a otros al
Maestro. ¿Nos pasa a nosotros lo mismo? O salimos de la Eucaristía satisfechos de haber
“cumplido”. No es un reproche, sino aprovechar la ocasin de este pasaje del Evangelio para
revisar, sencillamente y sin miedo, nuestra vida cristiana.
A la pregunta de Jesús, responden con otra pregunta: “Maestro, ¿dnde vives?”.Quieren
conocer a Jesús, a quien Juan ha sealado como “el Cordero de Dios”, con todo el significado
que para el pueblo judío tenía esta connotacin de”Cordero” La cosa va cobrando interés, y
Jesús les invita: “Venid y lo veréis”. “Fueron y se quedaron con El aquel día”. El primer paso ya
está dado.
El encuentro personal con Jesús es el fundamento y la base de una auténtica fe cristiana.
Creer en Jesús no es tener una opinión sobre El. Tener alguna idea de su mensaje. Estar
afiliado a una Cofradía. Practicar algunas devociones. Jesús no es alguien ausente y lejano: el
Nio de Belén, el Crucificado del Calvario. Es una “presencia viva”, Alguien que está cerca de
mí, que está en mi vida, aunque yo no lo crea, ni lo sienta, y con quien puedo comunicarme en
la experiencia de la vida cotidiana. Es importante dejarse seducir de su misterio, realidad que
nos desborda, pero que está ahí esperando que sintonicemos con El. Captar su manera de vivir
tan humana y cercana a todos.. Descubrir la fuerza de su amor al ser humano, su pasión por la
vida, su ternura hacia el débil, su confianza total en la salvación de Dios.
Juan y Andrés se quedaron aquel día con El. Dejaron otras cosas y dedicaron su tiempo a
Jesús. La presencia, sin prisas, es lo que favorece el conocimiento mutuo. ¿Qué tiempo le
dedicamos a Jesús? Leer el Evangelio no es encontrar recetas para vivir siendo buenos. Es
descubrir a Jesús, para vivir como El vivió con libertad y alegría interior. Sentir como sentía El
(cfr. Fil 2,5). “Revestirse de Cristo” (Gal 3, 27). Tarea no fácil, pero si posible si dejamos que el
Espíritu actúe en nosotros y con paciencia, sin desanimarse porque a veces podemos
desviarnos del camino. Aún siendo pecadores, El nos busca y nos quiere.
“Hemos encontrado al Mesías, que significa Cristo” le dice Andrés a su hermano Simn, “y lo
llev a Jesús”. Aquí tenemos la prueba de haber encontrado a Cristo, si contagiamos a otros
para que se aventuren a hacer la misma experiencia. Ser cristiano es hablar, desde la
experiencia propia, a otros de Jesús y conducirlos a El. Quien ha experimentado ese encuentro
personal, dialogante y transformador, ve a Jesús como un “acontecimiento” radicalmente
salvador de la historia del género humano, y no sólo como un componente más de una credo
teórico.
El tiempo ordinario, que hemos comenzado, irá desgranando, domingo a domingo, en la
celebración de la Eucaristía, la realidad histórica de Jesús que se actualiza ofreciéndonos
siempre su salvacin. Vivamos con gozo la Eucaristía dominical, ya que “la Palabra se hizo
carne, acamp entre nosotros” (Jn 1, 14).
Joaquin Obando Carvajal