Fiesta. Bautismo del Señor
BAUTISMO DE JESÚS TODA LA EXISTENCIA DEL CRISTIANO ES BAUTISMAL
La Palabra: “Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan le
bautizara en el Jordán” (evangelio).
1. Cuando Jesús tenía ya unos 30 años, apareció un profeta llamado Juan. Era hijo
de Isabel y de Zacarías, un sacerdote dedicado al culto del templo en Jerusalén y
por tanto en una situación socialmente acomodada. Juan se sintió llamado por Dios,
abandonó esa posición social acomodada y se fue al desierto. Cerca del río Jordán
donde hablaba como portavoz de Dios –eso es un profeta– e invitaba a la
conversión: “El que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene”. A los que
aceptaban emprender ese camino los bautizaba como signo de que emprendían una
nueva vida, pues el agua limpia manchas, da vitalidad a las plantas y fortalece a los
sedientos por el calor del camino.
2. Jesús oyó hablar de este profeta, y como uno más se acercó a escucharle, aceptó
su invitación y recibió el bautismo. No hizo ningún teatro ni fue a bautizarse para
darnos ejemplo. Él experimentaba ya el apasionamiento por la llegada del reino de
Dios y veía la necesidad de dar un paso adelante. Por eso su bautismo significó un
nuevo impulso para salir de su pueblo de Nazaret y dedicarse totalmente al anuncio
del evangelio: el reino de Dios está irrumpiendo ya. En su bautismo, Jesús vive de
modo singular su intimidad única con el Padre, y se siente transformado totalmente
por el Espíritu. Su bautismo fue punto de partida y referencia continua para su
actividad profética que probó su verdad en la muerte de cruz.
3. Jesús encarga a sus discípulos que transmitan el evangelio a todos. Que traten
de apasionarse y comprometerse para construir en este mundo la buena noticia:
Dios quiere la vida para todos y que vivamos como hermanos. Signo de ese
compromiso y fuerza para llevarlo a cabo es hoy el bautismo que celebra la Iglesia.
Como Jesús en su bautismo, quien ahora es acogido en la comunidad cristiana con
este símbolo del agua, se puede sentir hijo de Dios, que no es poder
y juicio insobornable, sino padre y madre, ternura infinita, bondad que siempre
inspira confianza. Y el mismo Espíritu de Jesús se hace presente y actúa en los
bautizados para que cada día sean testigos del amor, de la compasión ante el
sufrimiento de los seres humanos, del empeño por construir la fraternidad. Por eso
la vida cristiana, toda ella, es bautismal. No es más que poner en práctica la fe que
profesamos en el bautismo.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net