EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la primera semana del tiempo ordinario
Primer Libro de Samuel 3,1-10.19-20.
El joven Samuel servía al Señor en la presencia de Elí. La palabra del Señor era
rara en aquellos días, y la visión no era frecuente.
Un día, Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos comenzaban a debilitarse y
no podía ver.
La lámpara de Dios aún no se había apagado, y Samuel estaba acostado en el
Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
El Señor llamó a Samuel, y él respondió: "Aquí estoy".
Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has
llamado". Pero Elí le dijo: "Yo no te llamé; vuelve a acostarte". Y él se fue a
acostar.
El Señor llamó a Samuel una vez más. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le
dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Elí le respondió: "Yo no te llamé, hijo
mío; vuelve a acostarte".
Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido
revelada.
El Señor llamó a Samuel por tercera vez. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le
dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Entonces Elí comprendió que era el
Señor el que llamaba al joven,
y dijo a Samuel: "Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor,
porque tu servidor escucha". Y Samuel fue a acostarse en su sitio.
Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: "¡Samuel,
Samuel!". El respondió: "Habla, porque tu servidor escucha".
Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de
sus palabras.
Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como
profeta del Señor.
Salmo 40(39),2.4.7-8.9.10.
Esperé confiadamente en el Señor:
él se inclinó hacia mí
y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al ver esto, temerán
y confiarán en el Señor.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: "Aquí estoy.
En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón".
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
tú lo sabes, Señor.
Evangelio según San Marcos 1,29-39.
Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más
fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y
endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos
demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar
desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones
vecinas, porque para eso he salido".
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Comentario del Evangelio por
San Vicente de Paúl (1581-1660), sacerdote, fundador de comunidades
religiosas
Carta 16/08/1656 a dos hermanas enviadas a Arras
«Jesús se acerca y la coge de la mano»
Es bello leer lo que le sucede a la suegra de san Pedro en el Evangelio. Esta
buena mujer, estando enferma de una fiebre extraña, escuchó decir que el Señor
estaba en Cafarnaún, que hacía grandes milagros, curando a los enfermos,
expulsando a los demonios de los poseídos, y otras maravillas. Sabía que su yerno
estaba con el Hijo de Dios y podía decirle a san Pedro: " Hijo mío, tu Maestro es
poderoso y tiene poder para librarme de esta enfermedad". Algún tiempo después,
el Señor vino a su casa, pero ella no demuestra, en absoluto, impaciencia por su
dolor; ni se queja, ni pide nada a su yerno, ni al Señor, al que podía decirle: " Sé
que tienes poder de curar todo tipo de enfermedades, Señor; ten compasión de
mí". Sin embargo no dice nada de todo eso, y nuestro Señor, viendo su
indiferencia, mandó a la fiebre dejarla, y en el mismo instante quedó curada.
En todas las cosas lastimosas que nos llegan, no nos entristezcamos,
abandonémoslo todo a la Providencia, y que nos baste que nuestro Señor nos vea y
sepa lo que aguantamos por su amor y para imitar los bellos ejemplos que nos dio,
particularmente en el huerto de los Olivos, cuando aceptó el cáliz... Porque, aunque
hubiera pedido que pasara, si pudiera ser, sin beberlo, añadió en seguida que se
cumpliera la voluntad de su Padre (Mt 26,42).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”