“Si quieres, puedes purificarme. Lo quiero, queda purificado”
Mc 1, 40- 45
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS HA ENTRADO EN EL MUNDO EL PODER SALVÍFICO MISMO DE DIOS
Con este nuevo milagro hace estallar Jesús una auténtica revolución: no se aleja del leproso,
como quería la Ley ; no rechaza el contacto con él, no teme ninguna amenaza. Su propuesta
no consiste ya en separarse del inmundo, sino en la transformación por contagio vital que va
del puro al inmundo. Jesús encarna al hombre puro y sagrado que contagia y atrae a su propia
esfera al hombre inmundo y no sagrado. El leproso se le acercó (v. 40): no se trata sólo de un
movimiento espacial, sino también de un movimiento del espíritu, porque le dice a Jesús: “Si
quieres, puedes limpiarme” (v 40). Con la venida de Jesús cayó el muro de la Ley (cf. Ef
2,14ss), porque Dios, el Santo, el Justo, se hizo en todo solidario con nosotros, enseñándonos
el acceso a él. El gesto de extender la mano indica el poder de Jesús, que se manifiesta
también por medio de su Palabra imperiosa: “Quiero, queda limpio” (v 41). La salvación no está
ya en la separación y en la marginación, sino en la reintegración, porque con Jesús ha entrado
en el mundo el poder salvífico mismo de Dios. En el acontecimiento histórico de Jesús se ha
hecho “visible” el poder sanador de Dios, que se pone de parte de los pobres, de los últimos de
la sociedad de los hombres. Jesús inaugura una sociedad nueva, una sociedad que no margina
a nadie, que no separa, que no excluye, sino que es consciente de poseer el poder mismo de
Dios que le ha sido dado por Jesús. Precisamente porque Jesús ha abolido el sistema que
separaba lo puro de lo inmundo tal como se entendía en el mundo judío, queda libre el cristiano
para Dios y para el prójimo.
ORACION
Concédeme, Señor Jesús, entrar contigo en la voluntad del Padre: que yo quiera lo que quiere
él, que yo crea que él quiere siempre la salvación.
Concédeme, con la fuerza del Espíritu, desear y pedir la verdadera curación.