II Semana del Tiempo Ordinario. Año Par
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
LUNES
a.- 1Sam.15,16-30: Obedecer vale más que un sacrificio.
b.- Mc. 2,18-22: El novio está en medio de ellos.
El evangelio nos presenta dos unidades: la primera tiene que ver con el ayuno
(vv.18-20) y otra sobre lo viejo y lo nuevo (vv.21ss). Los discípulos de Juan y los
fariseos están ayunando, práctica que se extendió entre los judíos después del
exilio. Los motivos para ayunar eran muy diversos. Los fariseos había adoptado la
costumbre de ayunar dos veces a la semana (cfr. Lc. 1812). A la pregunta sobre el
ayuno, Jesús responde con toda libertad frente a una praxis común en ciertos
grupos de su tiempo. Si los dos grupos, los discípulos de Juan y los fariseos tienen
en alto grado esta práctica devocional, ¿quiénes eran los discípulos de Jesús para
optar por una vía diferente? La pregunta va dirigida a Jesús como Maestro.
Responde con otra pregunta: sus discípulos son como invitados a una boda, donde
el ayuno, significaría no participar del banquete. Hay un salto considerable en las
palabras de Jesús, se pasa de la imagen del banquete e invitados a la del Esposo
que tiene que ver con su persona y discípulos. La esperanza mesiánica hablaba de
los días del Mesías y del banquete, pero al identificarse con la imagen del esposo,
Jesús se transforma en el Esposo que hace posible las bodas y el banquete
anunciado por los profetas y esperado por Israel. El grupo de Jesús, vive un
momento de plenitud y gozo por la presencia del Maestro en medio de ellos. Es
gozo interior como si fueran unas bodas: el Esposo está con ellos. Llegará el
momento, el día (v.20), en que los discípulos atraviesen momentos difíciles, alusión
a su pasión y muerte, debido a su compromiso adquirido con Cristo, no necesitarán
el ayuno, sino afianzar su compromiso con ÉL. Jesús rechaza el ritualismo que
apura o planifica la salvación, al estilo farisaico. El evangelio, no le da la
oportunidad de planificar su salvación. En el evangelio es Dios, quien lleva la
iniciativa absoluta. La actitud de Jesús, es de respeto con lo establecido por ciertos
grupos religiosos, en particular los seguidores de Juan. ÉL adopta una línea
teológica nueva, pascual, compuesta de presencia y de ausencia, pero que el
Espíritu hará presente en la Iglesia. Usa luego Jesús las imágenes de del paño
nuevo y de los odres nuevos para guardar el vino. Pero no engaña a nadie, cuando
enseña que no va a poner un remiendo nuevo, que es el Evangelio, a una tela vieja,
como son las experiencias y estructuras del judaísmo de su tiempo. Tampoco va a
poner, el vino nuevo del Evangelio, en los odres viejos, porque ya no tiene la
flexibilidad para contener el vino nuevo en fermentación y que finalmente se
romperá. Aquí está la salvación, por lo mismo, no se trata de modernizar una vieja
praxis, sino de un cambio total, es decir, colocar algo completamente nuevo. El
Evangelio, es la novedad de Dios para el hombre; Jesucristo es el Esposo que
celebra las bodas con quien el Padre he ha entregado para ser su discípulo. Jesús
mismo es esa novedad, requiere una mentalidad y vida que no tienen modelos
precedentes. Hay muchas prácticas, que debemos cambiar en nuestra manera de
ser y de vivir el Evangelio, de estar en la Iglesia, pero esto lo hace sólo quien ha
sabido acoger la iniciativa de Dios, porque no se trata de cambiar por cambiar, sino
que con mirada contemplativa puesta e inspirada en ÉL, ir redescubriendo lo que
necesitamos mejorar, para ser cada día, más gratos a Dios Padre.
San Juan de la Cruz, cuando comenta el verso: “el adobado vino” de Cántico
ensea: “Esta misma comparacin pone el Sabio en el Eclesiástico (167), diciendo:
Vinum novum, amicus novus; veterascet, et cum suavitate bibes illud; que quiere
decir: «El amigo nuevo es como el vino nuevo, añejarse ha, y beberaslo con
suavidad». Por tanto, los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados en
el servicio del Esposo, son como el vino aniejo, que tiene ya cocida la hez y no tiene
aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias ni fuegos fervorosos de fuera, mas
gusta la suavidad del vino de amor ya bien cocido en sustancia, estando ya, no en
aquel sabor del sentido, como el amor de los nuevos, sino asentado allá dentro en
el alma en sustancia y sabor de espíritu y verdad de obra; y no se quieren los tales
asir a esos sabores y hervores sensitivos ni los quieren gustar por no tener
sinsabores y fatigas, porque el que da rienda al apetito para algún gusto del
sentido, también de necesidad ha de tener penas y disgustos en el sentido y en el
espíritu; de donde, por cuanto estos amantes viejos carecen ya de la suavidad
espiritual que tiene su raíz en el sentido, no traen ya ansias ni penas de amor en el
sentido ni espíritu; y así, por maravilla faltan a Dios, porque están sobre lo que les
había de hacer falta, esto es sobre la sensualidad; y tienen el vino de amor no sólo
ya cocido y purgado de hez, más aún, adobado, como se dice en el verso, con las
especies que decíamos de virtudes perfectas, que no lo dejan malear como el
nuevo. Por eso el amigo viejo delante de Dios es de grande estimación y así, dice
de él el Eclesiástico (168): Ne derelinquas amicum antiquum; novus enim non erit
similis illit; que quiere decir: No desampares al amigo antiguo, porque el nuevo no
será semejante a él. En este vino, pues, de amor, ya probado y adobado en el
alma, hace el divino Amado la embriaguez divina que habemos dicho, con cuya
fuerza envía el alma a Dios las dulce y sabrosas emisiones. Y así, el sentido de los
dichos tres versillos es el siguiente: Al toque de centella, con que recuerdas mi
alma, y al adobado vino, con que amorosamente la embriagas, ella te envía las
emisiones de movimientos y actos de amor que en ella causas.” (Cántico Espiritual
B). El vino de la alegría nunca nos debe faltar, es decir el Evangelio de Jesús,
perenne novedad de Dios para el cristiano.