EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la segunda semana del tiempo ordinario
Primer Libro de Samuel 16,1-13.
El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo
he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y
parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero
como rey".
Samuel respondió" "¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará". Pero el Señor
replicó: "Llevarás contigo una ternera y dirás: 'Vengo a ofrecer un sacrificio al
Señor'.
Invitarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que debes hacer: tú me ungirás al
que yo te diga".
Samuel hizo lo que el Señor le había dicho. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la
ciudad salieron a su encuentro muy atemorizados, y le dijeron: "¿Vienes en son de
paz, vidente?".
"Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan
conmigo al sacrificio". Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor
tiene ante él a su ungido".
Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su
estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el
hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: "Tampoco a
este ha elegido el Señor".
Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: "Tampoco a este ha elegido el
Señor".
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El
Señor no ha elegido a ninguno de estos".
Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". El
respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño".
Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta
que llegue aquí".
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces
el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este".
Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde
aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió
y se fue a Ramá.
Salmo 89(88),20.21-22.27-28.
Tú hablaste una vez en una visión
y dijiste a tus amigos:
"Impuse la corona a un valiente,
exalté a un guerrero del pueblo.
Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso.
El me dirá: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora".
Yo lo constituiré mi primogénito,
el más alto de los reyes de la tierra.
Evangelio según San Marcos 2,23-28.
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a
arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está
permitido?".
El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus
compañeros se vieron obligados por el hambre,
cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y
dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los
sacerdotes?".
Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".
Comentario del Evangelio por
León XIII, papa de 1878 a 1903
Encíclica «Rerum novarum», 32
«Recuerda el día del sábado para santificarlo» (Ex 20,8)
De igual manera hay muchas cosas en el obrero que se han de tutelar con la
protección del Estado, y, en primer lugar, los bienes del alma, puesto que la vida
mortal, aunque buena y deseable, no es, con todo, el fin último para que hemos
sido creados, sino tan sólo el camino y el instrumento para perfeccionar la vida del
alma con el conocimiento de la verdad y el amor del bien. El alma es la que lleva
impresa la imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), en la que reside aquel poder
mediante el cual se mandó al hombre que dominara sobre las criaturas inferiores y
sometiera a su beneficio a las tierras todas y los mares. «Llenad la tierra y
sometedla, y dominad a los peces del mar y a las aves del cielo y a todos los
animales que se mueven sobre la tierra» (Gn 1,28). En esto son todos los hombres
iguales, y nada hay que determine diferencias entre los ricos y los pobres, entre los
señores y los operarios, entre los gobernantes y los particulares, «pues uno mismo
es el Señor todos» (Rom. 10).
A nadie le está permitido violar impunemente la dignidad humana, de la que
Dios mismo dispone con gran reverencia; ni ponerle trabas en la marcha hacia su
perfeccionamiento, que lleva a la sempiterna vida de los cielos...
De aquí se deduce la necesidad de interrumpir las obras y trabajos durante los días
festivos. Nadie, sin embargo, deberá entenderlo como el disfrute de una más larga
holganza inoperante, ni menos aún como una ociosidad, como muchos desean,
engendradora de vicios y fomentadora de derroches de dinero, sino justamente del
descanso consagrado por la religión... Este es, principalmente, el carácter y ésta la
causa del descanso de los días festivos, que Dios sancionó ya en el Viejo
Testamento con una ley especial: «Acuérdate de santificar el sábado»(Ex 20,8),
enseñándolo, además, con el ejemplo de aquel arcano descanso después de haber
creado al hombre: «Descansó el séptimo día de toda la obra que había realizado»
(Gn 2,2)
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”