PAZ Y BIEN
PARROQUIA INMACULADA CONCEPCIÓN
II Domingo durante el año
15- I- 2012
Textos :
I Sam; 3,33-10-19.
I Cor: 6,13c-15a-17-20.
Jn: 1,35-42
“Vengan y lo verán”.
La liturgia de la Palabra de este domingo refiere aún a la manifestación del
Señor, celebrada en la solemnidad de Epifanía.
Dios también se manifiesta llamando: en la primer lectura Dios lo hace con la
llamada a Samuel; en la segunda, donde el apóstol Pablo subraya que nuestro cuerpo
debe manifestar al Dios en el que creemos; en el Evangelio se nos recuerda la
manifestación de Jesús con su llamada a los primeros discípulos.
Cuando Dios llama a Samuel, el primer profeta, debe ser ayudado por el
sacerdote Elí que le dice al joven Samuel: “ si te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu
servidor escucha”. A esta actitud, desde el Nuevo Testamento, la llamaríamos: la
mediación eclesial de la llamada de Dios.
Frente al llamado de Dios, puede surgir la incertidumbre o la duda como es el
caso de Samuel. El Dios que llama confía la mediación de la Iglesia que es la que
discierne si realmente Dios es el que llama y, en caso afirmativo, debe educar para una
perfecta audición de la palabra de Dios y para ponerse enteramente a su servicio.
El evangelio nos relata una escena que se sitúa inmediatamente después de la
narración del bautismo de Jesús. Pero Jesús no comienza enseguida a llamar a sus
discípulos, es el Bautista, el precursor, el que le envía los primeros discípulos para que
siguieran al Señor .
Seguir a Jesús significa aquí, en sentido totalmente originario, “ir detrás de él” .
Desde este momento la Iglesia naciente percibió el seguimiento de Cristo, es decir la
condición de cristiano como una vocación, y que esta condición del discípulo del Señor,
suponía un verdadero cambio de existencia: “Jesús miró a Simón y le dijo:”Tu eres
Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas, que traducido significa Pedro” (Jn 1,42).
La vocación es el llamamiento que Dios hace oír al hombre que ha escogido y al
que destina a una obra particular en su designio de salvación y en el destino de su
pueblo. En el origen de la vocación hay por tanto una elección divina; y en su término
una voluntad divina que realizar. Sin embargo, la vocación añade algo la elección y a la
misión: un llamamiento personal dirigido a la conciencia más profunda del individuo y
que modifica radicalmente su existencia, no sólo en las condiciones exteriores, sino
hasta en el corazón, haciendo de él otro hombre como en el caso de Pedro. No
comprender esto es no entender qué es un cristiano.
Si contemplamos nuestra existencia cristiana como una manera de " vivir "
estamos locos. Pero si la contemplamos como una manera de "amar" a Dios y de vivir
en Él, por ÉL y para Él, entonces comprenderemos que seguimos a "Alguien" y no
" algo".
Nosotros, cristianos – católicos, debemos vivir esta condición como una
verdadera vocación, como un llamado y una obediente y generosa respuesta.
Hermanos, todos somos llamados, el ser cristiano es una vocación , es
responder a un llamado, pero ¿para qué somos llamados?: no somos convocados para
algo (hacer cosas), sino para Alguien , elegidos para vincularnos íntimamente con Una
Persona, Jesucristo. Luego, en un segundo momento, somos enviados para participar
en la misión del Señor (Cfr. Doc. Aparecida 131).
En el primer encuentro con estas tres grandes columnas del colegio apostólico, -
Andrés, Juan y Pedro -, marco cómo será la relación de los cristianos con Jesús.
El Señor los llevó con Él y compartieron todo el día y así manifiesta la relación
que quería tener con sus discípulos. Él no quiere que se vinculen como “siervos” (Cfr. Jn
8,33-36) , porque “el siervo no conoce lo que hace su señor” (Jn 15,15) . “El siervo no tiene
entrada en la casa de su amo, menos en su vida. Jesús quiere que sus discípulos se
vinculen a Él como „amigo‟ y como „hermano‟. El „amigo‟ ingresa a su Vida, haciéndola
propia. El amigo escucha a Jesús, conoce al Padre y hace propia su Vida (la de
Jesucristo) en la propia existencia (Cfr. Jn 15,14) , marcando la relación con todos (Cfr. Jn
15,12) . (Doc. Apar.132).
El Señor llama a todos para que lo sigamos, por distintos caminos, nadie queda
excluido de este llamado, pero muchas veces no somos suficientemente sensitivos a la
gracia del llamado. Nuestros deseos, en el seguimiento del Señor, suelen ser buenos,
pero nuestras inteligencias no siempre son suficientemente delicadas para captar los
susurros de la Divinidad (Cfr. P. M. Raimond, “ La familia que alcanza a Cristo” )
Hermanos, Jesús no quiere que transitemos caminos que nosotros elegimos, de
hacer cosas que él no nos pide. Lo que Él quiere es aquello que nos hace santos, y
esto es ser justamente lo que Dios ha querido que seamos encajados del modo más
exacto en el hueco que dispuso para nosotros (Cfr. Id).
El nos convoca para trabajar en el anuncio del evangelio, pero debemos
comprender que no son nuestros trabajos lo que Dios quiere, sino el amor con que esos
trabajos son realizados.
Por último, en cuanto a la escucha del llamado que Jesús nos hace, San Agustín
nos dice: “Sean consientes de una cosa: si uno no escucha y no pone en práctica (lo
escuchado), no edifica sobre piedra” (Comment. in Iocen. 7,5-6.14).
Cada día debemos decirle a Jesús que escuche benignamente nuestras
súplicas; que nos dé luz para conocer su voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla.
Pidamos al buen Dios estar siempre atentos y ser sensibles al llamado que Su
Hijo nos hace y así poder seguirlo con fidelidad y alegría.
Amén
G. in D.
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