EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 3,1-6.
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una
mano paralizada.
Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con
el fin de acusarlo.
Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".
Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o
perderla?". Pero ellos callaron.
Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la
dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su
mano quedó curada.
Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de
acabar con él.
comentario del Evangelio por
Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina
Ejercicios, n° 7; SC 127
«Observaban a Jesús... para acusarlo»
A la hora de la oración, ponte en presencia de la paz y del amor: ¡Oh paz de
Dios que sobrepasas todo sentimiento! (Fl 4,7), paciente y agradable, dulce y
preferible a todo, por donde penetras, reina una seguridad imperturbable. Sólo tú,
tienes el poder de frenar la cólera del soberano; adornas el trono del rey con
clemencia; iluminas el reino de la gloria con piedad y misericordia.
Por favor, encárgate de mi causa, yo, el culpable y el indigente... Que el
acreedor está ya a la puerta... no es prudente hablarle, ya que no tengo con qué
pagar mi deuda. ¿Dulce Jesús, mi paz, cuánto tiempo estarás en silencio?... Por
favor, ahora, por lo menos, habla por mí, diciendo esta palabra caritativa: " Yo, la
rescataré". Tú, tu eres ciertamente el refugio de todos los pobres. No pasas cerca
de nadie sin salvarlo. Tú, jamás dejaste irse al que se había refugiado cerca de
tuyo, sin que fuera reconciliado...
Por favor, mi amor, mi Jesús, a esta hora del día, fuiste flagelado por mí,
coronado de espinas, abrevado lamentablemente por sufrimientos. Eres mi
verdadero rey, fuera de ti no conozco otro. Te hiciste el oprobio de los hombres,
despreciado y rechazado como un leproso (Is 53,3), hasta en Judea se niegan a
reconocerte como su rey (Jn 19,14-15). ¡Por tu gracia, que yo, por lo menos, te
reconozca como mi rey! Dios mío, dame esta inocencia, tan tiernamente deseada,
mi Jesús, que "pagaste" tan plenamente por mí, «lo que no habías robado " (Sal.
68,5); dámelo para que sea el apoyo de mi alma. Qué la reciba en mi corazón; qué
por la amargura de sus dolores y de su Pasión reconforte mi espíritu...
Y tú, paz de Dios, eres el amado lazo que me encadena para siempre a Jesús.
Eres el apoyo de mi fuerza..., a fin de que sea "un solo corazón y una sola alma"
con Jesús (Hch. 4,32)... Por ti, permaneceré atado para siempre a mi Jesús.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”