EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la segunda semana del tiempo ordinario
Primer Libro de Samuel 18,6-9.19,1-7.
A su regreso, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las
ciudades de Israel salían a recibir al rey Saúl, cantando y bailando, al son jubiloso
de tamboriles y triángulos.
Y mientras danzaban, las mujeres cantaban a coro: "Saúl ha matado a miles y
David a decenas de miles".
Saúl se puso furioso y muy disgustado por todo aquello, pensó: "A David le
atribuyen los diez mil, y a mí tan sólo los mil. ¡Ya no le falta más que la realeza!".
Y a partir de ese día, Saúl miró con malos ojos a David.
Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a
David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David,
y lo puso sobre aviso, diciéndole: "Mi padre Saúl intenta matarte. Ten mucho
cuidado mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y no te dejes ver.
Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré
de ti, veré que pasa y te lo comunicaré".
Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: "Que el rey no peque
contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus
acciones te reportan grandes beneficios.
El se jugó la vida cuando derrotó al filisteo, y el Señor dio una gran victoria a todo
Israel. Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar con sangre inocente,
matando a David sin motivo?".
Saúl hizo caso a Jonatán y pronunció este juramento: "¡Por la vida del Señor, no
morirá!".
Jonatán llamó a David y lo puso al tanto de todo. Luego lo llevó a la presencia de
Saúl, y David quedó a su servicio como antes.
Salmo 56(55),2-3.9-13.
Ten piedad de mí, Señor, porque me asedian,
todo el día me combaten y me oprimen:
mis enemigos me asedian sin cesar,
son muchos los que combaten contra mí.
Tú has anotado los pasos de mi destierro;
recoge mis lágrimas en tu odre:
¿acaso no está todo registrado en tu Libro?
Mis enemigos retrocederán cuando te invoque.
Yo sé muy bien que Dios está de mi parte;
confío en Dios y alabo su palabra;
confío en él y ya no temo:
¿qué pueden hacerme los hombres?
Debo cumplir, Dios mío, los votos que te hice:
te ofreceré sacrificios de alabanza.
Evangelio según San Marcos 3,7-12.
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de
Galilea.
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de
Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la
muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban
sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres
el Hijo de Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Comentario del Evangelio por
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Los grados de la humildad y el orgullo, ch. 3, §6.12
«Los que padecían alguna dolencia, se precipitaban sobre él para tocarlo"
Seguid el ejemplo de nuestro Salvador que quiso sufrir su Pasión con el fin de
aprender compasión; sujetarse a la miseria, con el fin de comprender a los
miserables. Lo mismo que " aprendió a obedecer, por lo que aguanto " (He 5,8),
quiso aprender también la misericordia... Posiblemente encontrarás extraño lo que
acabo de decir sobre Cristo: Él, que es la sabiduría de Dios (1Co 1,24), ¿qué pudo
aprender?...
Reconocéis que es Dios y hombre en una sola persona. Como Dios eterno,
siempre tuvo conocimiento de todo; como hombre, nacido en el tiempo, aprendió
muchas cosas en el tiempo. Cuando empezó a estar en nuestra carne, también
comenzó a enterarse, por experiencia, de las miserias de la carne. Habría sido más
feliz y más sabio con nuestros primeros padres, de no haber hecho esta
experiencia, pero su creador " vino a buscar lo que estuvo perdido " (Lc 19,10).
Tuvo lastima de su obra y vino a rescatarla, descendiendo misericordiosamente, allí
dónde ésta había perecido miserablemente...
No era simplemente para compartir su desgracia, sino para compadecerse de
su miseria y liberarlos: para llegar a ser misericordioso, no como un Dios en su
bondad eterna, sino como un hombre que comparte la situación de los hombres...
¡Maravillosa lógica del amor! ¿Cómo habríamos podido conocer esta admirable
misericordia, si no conociera la miseria existente? ¿ Cómo habríamos podido
entender la compasión de Dios, si no conociera el sufrimiento?... A la misericordia
de un Dios, Cristo unió la de un hombre, sin cambiarla, pero multiplicándola, como
está escrito: " salvarás a hombres y animales, Señor. ¡Mi Dios, cómo hiciste
sobreabundar tu misericordia! " (Sal. 35,7-8 tipos de Vulg.)
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”