“De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado”
Mc 2, 23-28
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS POSEE UNA AUTORIDAD TAL QUE PUEDE ABROGAR EL SÁBADO Y
SUSTITUIRLO POR OTRO DÍA DE FIESTA.
Este breve relato pretende resaltar la autoridad definitiva de Jesús. Marcos no se
muestra claro en absoluto al establecer el objeto de la transgresión de los discípulos.
Quizás no hubieran debido trabajar en sábado para prepararse la comida, sino haber
previsto ya esto el día anterior. De todos modos, es a Jesús, más que a los discípulos,
a quien se pone en tela de juicio. Por otra parte, aparece una comparación entre él y
David. Si, por motivos superiores, el antiguo rey podía pasar por encima de la Ley,
mucho más puede hacerlo Jesús. Más aún, Jesús posee una autoridad tal que puede
abrogar el sábado y sustituirlo por otro día de fiesta. Todo esto no está precisado con
claridad, aunque se capte con claridad en los pliegues del discurso.
DIOS SE REVELA COMO EL SEÑOR DEL TIEMPO Y DE LA HISTORIA
Es libertad absoluta, no reducible a ninguna medida humana, ni siquiera religiosa. La
libertad soberana de Dios coincide con su amor, un amor que se manifiesta en la
predilección por los más pequeños, en mirar más allá de las apariencias, en el
reconocimiento del primado de la persona humana afirmado en la creación y nunca
desmentido. Me pregunto si me muestro en mi vida realmente como hijo de este Dios,
si acojo su libertad esclava del amor y la hago mía.
Las decisiones de Dios me desorientan cuando infringen -o por lo menos ponen en
crisis- el statu quo. Es más sencillo referirme a reglas claras y precisas que poner en
el centro a la persona, a toda persona, cada una con sus exigencias, con sus
características, que pueden resultarme instintivamente desagradables, que puedo
considerar inadecuadas... La Palabra de Dios me invita y me provoca hoy a ser capaz
de discernir la verdad de las cosas, recordándome que Dios es Señor de todo.
ORACION
Ven, Espíritu Santo. Me confío a tu soplo: enséñame a moverme en los espacios de
Dios, donde los pequeños son los mayores, donde la atención al otro vale más que la
Ley escrita. Ayúdame a discernir lo que cuenta, más allá de cualquier apariencia, bajo
cualquier resplandor inmediato, más allá de cualquier voz seductora o convincente.
Espíritu Santo, Espíritu de la verdad, que no me quede prisionero de mis ideas sobre
el hombre o sobre Dios, hasta el punto de que, por miedo a tener que modificarlas,
pueda dejar de encontrar al hombre, de encontrar a Dios...