“Porque, como sanaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban
sobre él para tocarlo”
Mc 3, 7-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
BUSQUEMOS A JESÚS SÓLO POR OBTENER VENTAJAS MATERIALES DE SU
PRESENCIA
Pasamos con frecuencia por la experiencia de la incomprensión, del equívoco, de los
malentendidos. Alguien dice una palabra, hace un gesto atribuyéndole un significado y el
interlocutor percibe otro. Sobre esta base se forma una opinión, emite un juicio, elabora unos
criterios de valoración. ¡Cuánto sufrimiento se sigue de ahí en ocasiones! Nos sentimos
interpretados, no nos sentimos reconocidos ni acogidos en nuestra propia verdad, y eso duele.
Y todavía más cuando nos damos cuenta de que nos convertimos en objeto de envidia o celos
por el simple hecho de ser como somos.
La experiencia de David nos muestra la oportunidad, por lo que a nosotros respecta, de buscar
un camino adecuado para proyectar luz en los meandros del corazón, allí donde los celos
generan incomprensión. El ejemplo de Jesús nos sugiere que no hemos de replegarnos en
nosotros mismos, que no hemos de encerrarnos en actitudes de resentimiento y un tanto
victimistas. Nos invita, más bien, a continuar recorriendo nuestro camino, sin pretender
aclaraciones a toda costa, creyendo que, de todos modos, la verdad acabará triunfando y,
antes o después, se impondrá por sí misma. Ahora bien, la Palabra del Señor nos invita
también hoy a proyectar luz en nuestro propio corazón; tal vez también nosotros, como Saúl,
nos encontremos desviados por el temor de perder prestigio y poder; o, como la muchedumbre,
busquemos a Jesús sólo por obtener ventajas materiales de su presencia. Este es el momento
oportuno para que aparezca la verdad.
ORACION
Hoy no sé cómo dirigirme a ti, Dios mío, y es que me reconozco en el celoso Saúl, aunque
también en el ignorante David. Por eso te pido un corazón grande, te invoco para que seas en
mí luz de verdad. Sí, Dios mío, tal vez precisamente por eso tengo una gran necesidad de ser
como esos discípulos tuyos que van detrás de ti sin otro motivo que aprender a ser como tú
eres.
Oh luz verdadera, que vea yo el camino justo que he de recorrer y no me desvíe, aunque eso
pueda atraerme enemistades. Oh amor de todo amor, que no se me endurezca el corazón, sino
que sepa acoger el bien y el éxito de los otros, celebrar su alegría, reconocer en ellos la belleza
de tu presencia activa.