“Jesús subi a la montaa y llam a su lado a los que quiso”
Mc 3, 13-19
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
NOSOTROS NOS CONVERTIMOS EN HIJOS, AMADOS, ESCOGIDOS
Dios creó todo el universo para el hombre y creó al hombre para unirlo a El en Jesús, su Hijo.
Esta certeza está en condiciones de iluminar y cambiar por completo nuestra vida, porque no
es posible sentirnos amados sin que esto renueve desde el interior nuestra existencia y cambie
nuestras relaciones. El riesgo que corremos es vivir como desmemoriados, dejándonos
aplastar por la opacidad de un horizonte en el que no penetra la luz de Dios.
«Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron» (cf. Jn 1,11), pero si lo recibimos, si nos
abrimos a la alegría de la fe, entonces también nosotros nos convertimos en hijos, amados,
escogidos, elegidos para estar siempre con él y para anunciarlo a los hermanos, con el poder
de derrotar al Maligno, que recurrirá a todo para alejarnos de la alegría de este descubrimiento.
¿Dónde podemos alcanzar la fuerza para vivir la memoria de este amor poderoso, sino
participando en el sacrificio eucarístico que cada día nos vuelve a llevar a las fuentes del don
de Dios y vuelve a proponernos adherirnos a la nueva y eterna alianza entre Dios y el hombre
que Jesús ha venido a establecer en su sangre divina derramada por nosotros?
ORACION
Señor, yo soy de los que están contigo desde hace tiempo, pero me doy cuenta de que mi
corazón no late aún en sintonía con el tuyo. Tal vez, repito a veces tus palabras, pero con
frecuencia no las pongo en práctica.
Hoy quiero reconocer ante ti la lentitud -quizás también la pereza- con la que procedo para
vencer al mal con el bien. Los pensamientos y los deseos de venganza me ocupan, tal vez, de
una manera sutil y les doy seguimiento «golpeando» con palabras duras y gestos bruscos a
aquellos por quienes me siento herido. Si no pongo en marcha la venganza es porque, a veces,
no se me presenta la ocasión propicia...
Quiero tomar conciencia, Señor, de los proyectos de revancha que formulo de manera
silenciosa y convertirlos en magnanimidad. Sé muy bien, Señor, que no los llevaré a buen
puerto gracias a mi destreza, sino a tu fuerza, al poder del amor que tú me comunicas y que
vence al mal de cualquier modo que se manifieste.