EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 4,35-41.
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras
barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba
llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?".
Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se
aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que
hasta el viento y el mar le obedecen?".
C comentario del Evangelio por
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la
Iglesia
Manuscrito Autobiográfico A, 75 v° - 76 r°
Jesús dormía
Antes de hablarte de esta prueba, madre querida, debería haberte hablado de
los ejercicios espirituales que precedieron a mi profesión. Esos
ejercícios, no sólo no me proporcionaron ningún consuelo, sino que en
ellos la aridez más absoluta y casi el abandono fueron mis
compañeros. Jesús dormía, como siempre, en mi navecilla.
¡Qué pena!, tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan
dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de ser él
quien corra con los gastos y de pagar por adelantado, que se apresura a
aprovecharse del descanso que yo le ofrezco. No se despertará,
seguramente, hasta mi gran retiro de la eternidad; pero esto, en lugar de
afligirme, me produce una enorme alegría...
Verdaderamente, estoy lejos de ser santa, y nada lo prueba mejor que lo
que acabo de decir. En vez de alegrarme de mi sequedad, debería
atribuirla a mi falta de fervor y de fidelidad. Debería entristecerme por
dormirme (¡después de siete años!) en la oración y durante la acción de
gracias. Pues bien, no me entristezco... Pienso que los niños agradan
tanto a sus padres mientras duermen como cuando están despiertos;
pienso que los médicos, para hacer las operaciones, duermen a los
enfermos. En una palabra, pienso que «el Señor conoce nuestra masa, se
acuerda de que no somos más que polvo».
Mis ejercicios para la profesión fueron, pues, como todos los que vinieron
después, unos ejercicios de gran aridez. Sin embargo, Dios me mostró
claramente, sin que yo me diera cuenta, la forma de agradarle y de
practicar las más sublimes virtudes.
He observado muchas veces que Jesús no quiere que haga provisiones.
Me alimenta momento a momento con un alimento totalmente nuevo, que
encuentro en mí sin saber de dónde viene... Creo simplemente que Jesús
mismo, escondido en el fondo de mi pobre corazón, es quien me concede
la gracia de actuar en mí y quien me hace descubrir lo que él quiere que haga en
cada momento.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”