“el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás: es culpable de
pecado para siempre”
Mc 3, 22-30
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“PERO EL QUE BLASFEME CONTRA EL ESPÍRITU SANTO”
La primera lectura subraya la acción unificadora de David, que, asumiendo el poder sobre las
tribus del norte y del sur y conquistando Jerusalén, construyó el reino de Israel. En la perícopa
del evangelio describe Jesús el “reino dividido” de Satanás, a fin de mostrar el poder del
Espíritu. La figura del reino dividido y rebelde, del hombre fuerte atado y desautorizado, se
contrapone a la imagen del Reino eterno del perdón, contra el que nadie podrá oponerse con
éxito y en el que todos encuentran acogida y salvación: “Les aseguro que todo será perdonado
a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran.” (Mc 3,28). De esta
misericordia sin fin sólo podrá excluirnos el misterio terrible de nuestra libertad: sólo quien
“Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo” confundiendo al Hijo del hombre con Satanás,
“divide” el Reino de Dios y lo hace en sí mismo insignificante e ineficaz.
ORACION
Tu Palabra resulta hoy, Señor, dura. Nos gustaría encontrar siempre en el evangelio dulzura y
perdón, nos gustaría sentirnos comprendidos, aceptados, excusados. Sentimos fuertemente la
tentación de cubrir las páginas terribles de la Escritura, de imaginar un dualismo entre un «Dios
vengador» que rechazamos y un «Dios misericordioso» que sería el tuyo, Señor Jesús, y que
quisiéramos transformar de Padre en «abuelo».
Sin embargo, están -también en tu Evangelio, Señor- las palabras de condena. Y es que la
conversión que nos propones es seria; no basta con un movimiento superficial del sentimiento.
Por eso te invoco: tú, Padre, que te llamas Misericordia, tú que no consideras a nadie un
«granuja», sino siempre un hijo amado, encuentra caminos para llegar a nosotros en nuestro
escondite y hacernos partícipes de tu mirada sobre nosotros. Tu mirada es una mirada de
bondad, una mirada de clemencia, una mirada de comprensión: la única capaz de volver a
lanzarnos hacia ti y hacia los hermanos.