EL MILAGRO DEL BIEN
(DOMINGO IV del T.O.) B
29 enero 2006
"Llegó Jesús a Cafarnaún, y, cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a
enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los
letrados, sino con autoridad". (Mc 1,21-28)
Nos sitúa Marcos en Cafarnaún, en un sábado, para presenciar una jornada de
Jesús. Serán cuatro los relatos que nos brinde: Jesús entra en la sinagoga y cura a
un poseso, cura a la suegra de Pedro, cura a muchos enfermos y se retira a orar. Y
todo, perfectamente estructurado en un marco cronológico: en la sinagoga, sale, al
atardecer, a la mañana antes de amanecer.
En estos, como en muchos otros relatos de milagros, hay cuatro tiempos siempre
iguales: a)estado crítico del enfermo; b)soberana autoridad de Jesús; c)eficacia
fulminante de su actuación; d)reacción admirada de la muchedumbre. Marcos
añade un quinto tiempo: Jesús encarece al espíritu malo que calle su mesianidad.
El texto de hoy se centra en la sinagoga. En él, vemos la enseñanza de Jesús y el
exorcismo curador. No se dice qué enseña. Por el contexto, debe hablar sobre la
llegada del Reino. Subraya, sobretodo, que lo hacía con autoridad, con poder, en
nombre propio. Este modo de hablar del Reino es propio de Dios o de su Enviado
especial. Como tal se nos presente a Jesús: como Profeta, como quien habla en
nombre de Dios.
En el exorcismo, Jesús combate y vence al espíritu del mal. La irrupción del Reino
significa que ya no hay males fatalmente inevitables. Jesús destierra las potencias
del mal que dominan el mundo.
La enseñanza fundamental de este texto es que Jesús vino a liberar al mundo del
pecado y de todas sus consecuencias: muerte, enfermedades, ignorancia, pobreza,
miseria de cuerpos y almas...
Toda actividad de Jesús será un "exorcismo" contra o que provoca infrahumanidad.
El "demonio" (la personalización del orgullo, la destrucción... de la incapacidad de
situarse ante lo grande, lo divino) se va desbancado por Cristo.
El Reino de Dios posee un dinamismo salvador radical y total, que tiende a la
salvación de toda la persona. Dios, como Padre, quiere a todos los hombres como
hijos. Y desea que vivan esta relación aceptada libremente. Dios quiere que todo
vivamos como hermanos, integrados en el nuevo pueblo de sus hijos. Pero, para
conseguir esto, debe eliminar el pecado y sus consecuencias; el dolor, la
ignorancia, la opresión, la muerte.
La enseñanza fundamental de este texto es, como siempre, un compromiso para los
discípulos de Jesús: acompañar a Jesús en la realización de signos análogos. La
pobreza, el paro, la guerra, la marginación, la injusticia... son otros tantos
"demonios" actuales, que sitúan al hombre en condiciones infrahumanas. Y, por ello
mismo, nuestro reto es realizar el "milagro" de eliminarlos.
Es la única "autoridad" que, como creyentes y como comunidad de creyentes,
hemos de procurar tener entre los hombres. Así, y sólo así, interesaremos a los
hombres de nuestro tiempo, que, como los del Evangelio, se admirarán de
semejante "poder".
Miguel Esparza Fernández