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Autoridad sin autoritarismo
4º Domingo del tiempo ordinario (Mc 1,21-28)
29 de enero de 2012
Estamos en este domingo ante una escena en la que se califica una forma de predicar. Era un
modo de valorar el sermón integral de Jesús: gestos y palabras que ponían voz a la esperanza. En el
Evangelio vemos a Cristo que, fiel a su misión de llevar y de ser la Voz del Padre, llegado a Cafarnaúm
comienza a enseñar en la Sinagoga. Algo habría en aquel porta-voz que enseguida los oyentes advierten la
diferencia: “Se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con
autoridad” (Mc 1,22). La pregunta surge espontánea: y ¿cmo enseaban los letrados? Dando la vuelta al
argumento diríamos que sin autoridad, y será ésto lo que distinguirá una y otra predicación. Por eso hemos
de recuperar el sentido de la palabra autoridad, sin reducirlo al del vulgar autoritarismo, decir que proviene
de un verbo (augere/augeo) que significa aupar, levantar, hacer crecer. Es decir, una predicación sin
auctoritas es la que te deja igual, frío, la que no ilumina ni enciende, la que no cura ni levanta, la que no
mueve ni conmueve, mientras que una palabra dicha con verdadera auctoritas es la que produciendo todo
ésto que no ofrece la anterior, provoca un auténtico crecimiento. Escuchándola, crece y madura lo mejor
que hay en nosotros.
No es difícil imaginar que el entusiasmo de la gente por esa Persona que escuchándola crecían, se
convirtiese en seguimiento dejando tantas cosas, dejándolo todo, como oíamos el domingo pasado (Mc
1,20). Y desde aquí se puede entender que todo ello provocase preocupación, envidia y persecución en los
letrados que aburrían y en los adivinos que engatusaban: unos y otros perdían clientela y Jesús para ellos –
cada cual por sus razones– se convertía en enemigo a eliminar.
Hasta los demonios quedaban desplazados con el paso de Jesús por en medio de su pueblo. El
dia-bolus es el que separa desintegrando, el que esclaviza con sutileza, el que secuestra en la mentira.
También él protestaba por la llegada de Alguien que con la auctoritas de Dios... unía, integraba, liberaba,
hacía crecer.
Dos breves anotaciones para terminar. La primera es que, en medio de nuestro supermercado de
ofertas variopintas, es preciso saber encontrar la Palabra de Jesús y crecer en y con ella, adhiriéndonos a
aquellos (santos, Papas, obispos, personas con carisma) que nos la dan con fidelidad. Y la segunda, que
no debemos asustarnos si los escribas de ahora y los diablos de siempre, se enfadan con la Palabra de
Jesucristo, con la de sus pastores y sus discípulos, y amenazan, acorralan, revuelcan y pretenden de mil
modos censurarla. No es mala señal. El Reino está siempre comenzando, y la autoridad de Jesús siempre
actúa contracorriente ante los enemigos de Dios y de sus hijos los hombres.
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo