Encuentros con la Palabra
Domingo IV del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 21-28)
“Después que metieron a Juan en la cárcel...”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Dicen que un hombre se lanzó de un avión en su paracaídas y al llegar a tierra quedó
colgado de un árbol, sin poder bajarse. Cuando pasó alguien por allí, el hombre que
pendía del árbol pregunt: “– ¿Podría usted decirme dnde estoy?” “– Desde luego. Usted
está colgado de un árbol”, respondi el transeúnte. El hombre que colgaba del paracaídas
pregunt entonces: “– ¿Es usted sacerdote?” “– Si – respondió el transeúnte. – ¿Cómo lo
supo?” “– Porque lo que usted dice es verdad, pero no sirve para nada...”.
Esta historia refleja un tipo de enseñanza contraria a la de Jesús, que enseñaba de una
manera nueva, “con plena autoridad y no como los maestros de la ley”. Ensear con
autoridad es enseñar de tal manera que se ayude a los demás a encontrar solución a sus
problemas y sentido a sus vidas. No se trata sólo de cosas útiles y prácticas, sino de un
tipo de enseanza que ayuda a las personas a ser „autores/as‟ de sus vidas. Esto es lo
que significa „autoridad‟. Por tanto, una persona que ensea con autoridad no slo ofrece
información sobre los temas que trata, sino que ayuda a vivir más plenamente la vida,
encontrando su sentido más profundo.
Todos hemos conocido, a lo largo de nuestra formación, profesores y profesoras que nos
han enseñado cosas de interés e importancia para nuestro crecimiento intelectual, y los
hemos considerado buenos y necesarios. Pero, seguramente, también hemos tenido
algunos maestros y maestras que nos han enseñado a vivir con sentido. Estos son
indispensables. Desgraciadamente, son más escasos y podemos decir que encontrar un
verdadero maestro o una verdadera maestra, es una de las bendiciones más grandes que
Dios nos puede conceder para nuestro crecimiento como seres humanos. Sin ellos, la
vida sería mucho más difícil y los caminos de este mundo, menos amables.
De igual forma, podríamos preguntarnos por nuestro papel como docentes. Lo que
enseñamos a los que nos rodean, se parece más al tipo de enseñanza de Jesús, o a la
manera de enseñar del sacerdote de la historia con la que comenzamos. Podemos
comunicar cosas que son verdad, pero que no sirven para nada, o enseñamos haciendo
vida lo que decimos: “Jesús reprendi a aquel espíritu, diciéndole: – ¡Cállate y deja a este
hombre! El espíritu impuro hizo que el hombre le diera un ataque, y gritando con gran
fuerza salió de él. Todos se asustaron, y se preguntaban unos a otros: – ¿Qué es esto?
¡Enseña de una manera nueva, y con plena autoridad! ¡Incluso a los espíritus impuros da
rdenes, y lo obedecen!”
Pidamos para que nuestra forma de enseñar sea como la de Jesús. Llena de autoridad para
ayudar a las personas que tenemos cerca, a crecer y vivir más plenamente, de manera que
si alguien que cuelga de un árbol en el que se ha enredado su paracaídas, nos pregunta
dónde está, podamos ofrecerle no sólo la información que ya tiene, sino las coordenadas de
su ubicación, de manera que pueda encontrar el rumbo hacia su propia casa.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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