Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
La casa del diablo
Son muchas las representaciones que tenemos del diablo: “Tenga fe en Dios y no se
desespere”, le decía Cantinflas al diablo cuando éste se lamentaba de la disminución de
ingresos en el infierno. Alejandro Casona en su obra, La barca sin pescador, ironiza con la
imagen de un diablo que no fuma porque el humo le hace toser. El Lucifer de Alejandro
Dumas es romántico, aparece como un ser que es capaz de hacer el bien de vez en cuando.
No en balde se esmeró por revestir a los vicios de seductora tentación. ¿Quién inventó, si
no, la lujuria, la avaricia, la mentira y la gula? Lo que pasa es que somos ingratos con el
demonio, aunque la ingratitud también la inventó él.
Tirso de Molina nos deleita en su obra, Condenado por desconfiado , con las travesuras de
un demonio mentiroso que, haciéndose pasar por ángel, se burla de un vanidoso monje que
se tenía por muy santo. Goethe inmortalizó a Mefistófeles. Este demonio le compró el alma
al joven Fausto, firmando un pacto de sangre, a cambio de concederle placer y poder.
Recordemos por último a Escrutopo y su sobrino Orugario en la obra, Cartas del diablo a
su sobrino, de Lewis. La trama de estos dos diablos es simpática hasta que llega el
desenlace donde se descubre la realidad que esconde el malévolo tío.
El evangelio de esta semana nos presenta la liberación de un hombre poseído por un
espíritu inmundo. Nada que ver con el diablo de la literatura, sino el real. Resulta
espeluznante ver los estragos que provoca el demonio en un cuerpo: lo retuerce,
convulsiona, le desfigura el rostro, emite gemidos tenebrosos, maldice e insulta. Aunque es
algo impactante, sólo se trata de una posesión física que se arregla con un buen exorcista.
El mayor daño del diablo está en las obras que una persona es capaz de realizar cuando,
renunciando al bien y la verdad, comete las acciones propias del demonio, como son las
mentiras, la intriga, la división, la difamación, la violencia, el robo o el homicidio. No es
necesario firmar un pacto de sangre como lo hizo Fausto para vender el alma, basta con
pervertir la propia conciencia, que es la voz de Dios que nos induce a hacer el bien y evitar
el mal.
El demonio existe y “es homicida desde el principio. Cuando miente, habla de lo que lleva
dentro, porque es mentiroso por naturaleza y padre de la mentira” (Jn 8,44). El Papa Pablo
VI dijo que el mayor éxito del diablo fue haber hecho creer a los hombres que no existía.
Tal vez haya muchos que no creen en el demonio, pero el demonio sí cree en ellos. Por sus
frutos lo reconoceréis. twitter.com/jmotaolaurruchi