IV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
a.- Dt. 18, 15-20: Suscitaré un profeta de entre sus hermanos.
La función del profeta, es ser puente entre Dios y los hombres. Es el hombre de la
palabra de Dios, frente al profetismo cananeo, es decir el profetismo de falsas
divinidades (cfr. Dt. 18, 9-22). Precisamente el profeta debe liberar al pueblo de
todos esos engaños y para él, hay criterios para discernir entre el verdadero y falso
profeta. El primero, es no apartarse de Dios, es decir, no reconocer esas falsas
divinidades (cfr. Dt. 13, 2-6); el cumplimiento de la palabra anunciada (cfr. Dt. 18,
21-22). En todo esto el pueblo tiene su responsabilidad, en auspiciar falsos
profetas. El modelo de profeta es Moisés, pero Dios suscitará otro tan grande como
él. El profeta vive su ministerio dentro de la alianza sinaítica, donde tiene el origen
de su ministerio, cuando el pueblo pidió aterrorizado a Dios que no les hablara
directamente, sino por medio de un mediador (cfr. Ex. 20, 19ss; Dt. 5, 24ss). Es
Moisés el que inicia esta labor de mediador, que luego continuarán los profetas.
Estos anunciarán sólo la palabra de Dios que han recibido y el pueblo, que la debe
escuchar como mensaje de Dios. La profecía es iniciativa divina y los destinatarios,
fin de esta comunicación, lo que suscita la respuesta del pueblo.
b.- 1 Cor. 7, 32-35: El célibe se preocupa de los asuntos del Señor.
El apóstol Pablo, quiere dejar en claro como aquellos que han recibido el don de la
castidad están llamados más intensamente al servicio del Señor, pero con la misma
fuerza que el ha escogido el camino del matrimonio. El soltero, se dedicará con
mayor tiempo a las cosas del Señor y al trabajo de evangelizar que un casado que
tiene que preocuparse de su mujer y de sus hijos, además de su propio empleo. Se
trata de la organización de las primitivas comunidades, por las que Pablo establece
criterios claros, respecto de Dios y de cómo vivir la fe cristiana, según el estado en
que se encuentra el hombre y la mujer que quiere servir al Señor desde su realidad
más concreta y cercana.
c.- Mc. 1, 21-28: Jesús les enseñaba con autoridad.
En este evangelio, encontramos a Jesús en el comienzo de su actividad apostólica,
en la ciudad de Cafarnaún, ingresa en la sinagoga y se puso a enseñar (v. 21). Esta
actividad de enseñar, es propia del Maestro, una dedicación especial para
adoctrinar a sus discípulos y al pueblo. Al evangelista le interesa destacar el
proceso que involucra escucharle, seguirle y asumir el mensaje del Maestro. El
contenido de su mensaje es la propia persona de Jesús, que como los apóstoles
también nosotros podemos acoger. El evangelista no dice de qué habló Jesús, pero
sí del impacto, que causa en la gente su estilo de enseñar que inmediatamente
establecen una diferencia con los escribas, éstos hablan basados en la autoridad de
otros, en cambio el Maestro de Nazaret, habla con autoridad propia. Su palabra
expresa, con claridad la luz para comprenderla, el corazón se ve inundado por el
fuego de Dios, y la vida se siente fortalecida. Es palabra poderosa, capaz de
producir lo que dice, como la palabra creadora de los orígenes (cfr. Gn.1). Si
hablamos de reacciones ante la escucha de la palabra, un poseído de un espíritu
inmundo que estaba en la sinagoga exclama: “¿Qué tenemos nosotros contigo,
Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»
Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agitándole
violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y sali de él.” (vv. 23-26).
Los demonios lo identifican claramente, Jesús de Nazaret, es el Santo de Dios, lo
que deja entrever que entre Jesús y ellos no hay relación posible. Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, por lo tanto, con los espíritus inmundos, sólo hay un fuerte
antagonismo, que lleva a la destrucción (v. 24). A medida que leemos el evangelio,
se ve bien a las claras quien es el vencedor de Satanás en el desierto (cfr. Mc.1,
12s) y ahora que debe dejar en paz a ese hombre, por mandato de Jesús: “Sal de
ese hombre” (v.25). El hacer callar a los demonios, viene a significar no sólo, no
revelar la verdadera identidad de Jesús, sino que se debe entender y comprender
quién es Jesús, y hacer la opción por ÉL y su evangelio, supone tiempo, escucharle,
acogerle libremente no por mandato o coacción, y mucho menos, cuando viene por
sugerencia de los demonios. Si ahora Dios ya no habla por medio de los profetas,
sino por su Hijo, esto debe ser notorio en las enseñanzas de Jesús de Nazaret.
Tiene autoridad propia: “habéis oído que se dijo…pero yo os digo”. La enseanza de
Jesús es nueva, no comentaba como los escribas las Escrituras, era la Buena
Noticia para los sencillos y pobres. La palabra de Jesús es poderosa, creadora de
vida nueva para quien la escucha y acoge, le devuelve la salud al hombre y libre de
la esclavitud de Satanás. Jesús lleva al reencuentro consigo mismo y encontrar la
unión con Dios. En un tercer momento, encontramos la reacción de la gente, que
estaba en la sinagoga, se interesan ya no sólo por las palabras de Jesús, sino por
su persona. Su fama, crece en toda la región. Qué importante será para el
cristiano, mantener vivo el interés por la persona y la palabra de Jesús.
Teresa de Jesús, cuando termina de comentar el Padre Nuestro, en las palabras:
Mas líbranos del mal, la Santa ensea: “Ahora mirad, hermanas, cmo el Seor me
ha quitado de trabajo enseñando a vosotras y a mí el camino que comencé a
deciros, dándome a entender lo mucho que pedimos cuando decimos esta oración
evangélica. Sea bendito por siempre, que es cierto que jamás vino a mi
pensamiento que había tan grandes secretos en ella, que ya habéis visto encierra
en sí todo el camino espiritual, desde el principio hasta engolfar Dios el alma y darla
abundosamente a beber de la fuente de agua viva que dije estaba al fin del camino.
Parece nos ha querido el Señor dar a entender, hermanas, la gran consolación que
está aquí encerrada, y es gran provecho para las personas que no saben leer. Si lo
entendiesen, por esta oración podían sacar mucha doctrina y consolarse en ella.
Pues deprendamos, (aprendamos) hermanas, de la humildad conque nos enseña
nuestro buen Maestro, y suplicadle me perdone, que me he atrevido a hablar en
cosas tan altas. Bien sabe Su Majestad que mi entendimiento no es capaz para ello
si El no me enseñara lo que he dicho. Agradecédselo vosotras, hermanas, que debo
haberlo hecho por la humildad con que me lo pedisteis y quisisteis ser enseñadas
de cosa tan miserable.” (Camino de Perfeccin 42,6).