COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
Domingo 29 de Enero de 2012
4º domingo del tiempo ordinario
Evangelio según San Marcos 1,21-28 (ciclo B)
“Jesús entr en Cafarnaúm, y cuando lleg el sábado fue a la sinagoga y
empezó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza porque les
enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la
sinagoga de ellos, un hombre poseído de un espíritu impuro que comenzó a
gritar „qué quieres de nosotros Jesús Nazareno! Has venido para acabar
con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios!‟ Pero Jesús lo increp
diciendo: „Cállate y sal de este hombre!‟ El espíritu impuro lo sacudi
violentamente y dando un alarido salió de ese hombre. Todos quedaron
asombrados y se peguntaban unos a otros „qué es esto, ensea de una
manera nueva, llena de autoridad, da órdenes a los espíritus impuros y
estos le obedecen?‟ Y su fama se extendi rápidamente por todas partes, en
toda la regin de Galilea.”
Profetas, sacerdotes y reyes
Ciertamente Jesús es quien viene a anunciar el Reino, viene a anunciar la
salvación. Y la salvación es la gracia, la amistad con Dios, también es la
curación y también es su vida profética: hacer presente las cosas de Dios en
las cosas de los hombres. Y muchas veces, hacer presente las cosas de Dios
incomoda; incomoda a los demás, algunas veces es inoportuna, otras veces
está como obsoleta o pasada de moda o como que nos es para “tan en
serio”, “que no es para tanto”, porque hay otros criterios que no son del
Evangelio.
Si esa contradicción, esa dificultad y esa resistencia, las tuvo el Señor en su
vida histórica y concreta ¿cómo no vamos a tenerla también nosotros? Me
consta y sé que a veces hay personas buenas y honestas que, justamente
por ser buenas y honestas, han perdido el trabajo porque con esas actitudes
descubrían a otros que no eran tales y molestaban. Como también hubo
gente fiel, que no se prestaba a ciertos requerimientos abusivos de otros, a
quienes les hicieron la vida imposible y las persiguieron por ser fieles, por
ser personas íntegras. U otros casos que, por no entrar caprichosamente en
los reclamos que se les hacían, de rabia, de ira o de rencor, las calumniaban
con evidente revancha. ¡Esto es a nivel moral y no hablemos a nivel social,
económico o político! ¡Ni hablemos de las cosas que interesan de la llamada
“cosa pública”!
El Profeta vino para erradicar, para demoler, destruir, abatir, pero también
vino para edificar, para plantar. Por eso son muy importantes las dos
realidades y a veces la presencia de aquel que sigue al Señor incomoda,
provoca un choque antes que tranquilidad o anestesia espiritual. El profeta
en serio no repite, no tranquiliza, no anestesia sino que da paz, da fuerzas.
¡Eso sí es una verdadera liberación!
Vamos a pedir al Señor que nos demos cuenta de nuestra vocación, que la
recibimos en la vida, en la existencia, a través del bautismo y por medio del
cual Jesús nos hizo partícipes de ser profetas, sacerdotes y
reyes. Profetas para anunciar la Palabra de Dios en las realidades
terrenas. Sacerdotes para unirnos al único sacrificio agradable al Padre, el
sacrificio de Cristo que nos redimió en la cruz. Y Rey es aquél que es
ungido, que no es esclavo sino que es libre. Estas tres realidades tenemos
que vivirla en nuestra vida cotidiana, aquí y ahora.
Al pedir al Señor que nos de luz para vivir en serio nuestra vida humana,
llena de valores y nuestra vida cristiana, colmada de virtudes, les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.