Comprender y aceptar la autoridad de Jesús.
2012-01-30
Evangelio
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos
llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús,
vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo,
que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían
intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba
las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los
sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante
Él y gritó a voz en cuello: «¿Qué quieres Tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo?
Te ruego por Dios que no me atormentes».
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel
hombre. Entonces le preguntó Jesús: «¿Cómo te llamas?» Le respondió: «Me llamo
Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de
aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte.
Los espíritus le rogaban a Jesús: «Déjanos salir de aquí para meternos en esos
cerdos». Y Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se
metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el
acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo
y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y
vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces
tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al
endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se
marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su
compañía, pero Él no se lo permitió y le dijo: «Vete a tu casa a vivir con tu familia y
cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo». Y aquel hombre se alejó
de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho
por él. Y todos los que lo oían se admiraban. Palabra del Señor
.
Oración introductoria
Padre Santo, ten misericordia de mí. Tú conoces mi miseria y sabes cuánto necesito
de tu gracia para poder seguir tu mandato del amor. Concédeme que este
momento de oración aumente mi fe, esperanza y caridad.
Petición
Señor, dame la gracia de la confianza para crecer en la esperanza.
Meditación
Comprender y aceptar la autoridad de Jesús.
«Jesús presenta la relación de la Torá de Moisés con la Torá del Mesías mediante
una serie de antítesis: a los antiguos se les ha dicho, pero yo os digo. El Yo de
Jesús destaca de un modo como ningún maestro de la Ley se lo puede permitir. La
multitud lo nota; Mateo nos dice claramente que el pueblo “estaba espantado” de
su forma de enseñar. No enseñaba como lo hacen los rabinos, sino como alguien
que tiene “autoridad”. Naturalmente, con estas expresiones no se hace referencia a
la calidad retórica de las palabras de Jesús, sino a la reivindicación evidente de
estar al mismo nivel que el Legislador, a la misma altura que Dios. El “espanto”
(término que normalmente se ha suavizado traduciéndolo por “asombro”) es
precisamente el miedo ante una persona que se atreve a hablar con la autoridad de
Dios. De esta manera, o bien atenta contra la majestad de Dios, lo que sería
terrible, o bien lo que parece prácticamente inconcebible está realmente a la
misma altura de Dios» (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret , primera
parte, p. 46).
Reflexión apostólica
«Por el bautismo, el cristiano es revestido de Cristo y participa de la novedad de su
vida. El bautizado es ya un hombre nuevo, pero tiene delante de sí la tarea de
colaborar con la gracia para llegar “al estado de hombre perfecto, a la madurez de
la plenitud de Cristo”» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 120
Propósito
Procurar leer y reflexionar, frecuentemente, el Catecismo de la Iglesia Católica.
Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por buscarme constantemente y mostrarme tu infinita misericordia,
a pesar de mi debilidad, de mi infidelidad. Aumenta mi caridad para que viva atento
a las múltiples oportunidades que me das para colaborar con tu gracia y crecer en
el amor. Que sepa tomar cada encuentro con los otros como una oportunidad para
dar testimonio de Jesucristo.
« Sé consciente de tu miseria como hombre solo, y de tu grandeza como hombre
unido a nuestro Señor Jesucristo»
( Cristo al centro, n. 1342).