EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la cuarta semana del tiempo ordinario
Segundo Libro de Samuel 18,9-10.14b.24-25a.30-33.19,1-3.
De pronto, Absalón se encontró frente a los servidores de David. Iba montado en
un mulo, y este se metió bajo el tupido ramaje de una gran encina, de manera que
la cabeza de Absalón quedó enganchada en la encina. Así él quedó colgado entre el
cielo y la tierra, mientras el mulo seguía de largo por debajo de él.
Al verlo, un hombre avisó a Joab: "¡Acabo de ver a Absalón colgado de una
encina!".
Entonces Joab replicó: "No voy a perder más tiempo contigo". Y tomando en su
mano tres dardos, los clavó en el corazón de Absalón, que estaba todavía vivo en
medio de la encina.
David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela, que había subido a la
azotea de la Puerta, encima de la muralla, alzó los ojos y vio a un hombre que
corría solo.
El centinela lanzó un grito y avisó al rey. El rey dijo: "Si está solo, trae una buena
noticia". Mientras el hombre se iba acercando,
El rey le ordenó: "Retírate y quédate allí". El se retiró y se quedó de pie.
En seguida llegó el cusita y dijo: "¡Que mi señor, el rey, se entere de la buena
noticia! El Señor hoy te ha hecho justicia, librándote de todos los que se sublevaron
contra ti".
El rey preguntó al cusita: "¿Está bien el joven Absalón?". El cusita respondió: "¡Que
tengan suerte de ese joven los enemigos de mi señor, el rey, y todos los rebeldes
que buscan tu desgracia!".
El rey se estremeció, subió a la habitación que estaba arriba de la Puerta y se puso
a llorar. Y mientras iba subiendo, decía: "¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío,
Absalón! ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío!".
Entonces avisaron a Joab: "El rey llora y se lamenta por Absalón".
La victoria, en aquel día, se convirtió en duelo para todo el pueblo, porque todos
habían oído que el rey estaba muy afligido a causa de su hijo.
Salmo 86(85),1-2.3-4.5-6.
Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!
Evangelio según San Marcos 5,21-43:
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su
alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a
sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos,
para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes
sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó
su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada
de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y,
dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas
quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había
ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu
enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la
sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al
Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No
temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y
gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino
que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la
madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno,
levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos,
entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo
que le dieran de comer.
Comentario del Evangelio por :
Beato Juan Pablo II
Discurso a los jóvenes de Chile, 02/04/1987 (© Copyright 1987 - Libreria
Editrice Vaticana)
«La niña no está muerta, está dormida»
«De vosotros depende el futuro, de vosotros depende el Anal de este milenio y
el comienzo del nuevo. No permanezcáis pues pasivos; asumid vuestras
responsabilidades en todos los campos abiertos a vosotros en nuestro mundo»
(Carta a los jóvenes con ocasión del Año internacional de la juventud, n. 16, 31 de
marzo de 1985). Ahora, en este estadio, lugar de competiciones, pero también de
dolor y sufrimiento en épocas pasadas, quiero volver a repetir a los jóvenes
chilenos: ¡Asumid vuestras responsabilidades! Estad dispuestos, animados por la fe
en el Señor, a dar razón de vuestra esperanza. (cf. 1P 3, 25)
¿Cuál es el motivo de vuestra confianza? Vuestra fe, el reconocimiento y la
aceptación del inmenso amor que Dios continuamente manifiesta a los hombres:
Jesucristo, «el mismo ayer y hoy y por los siglos» (Hb 13, 8), continúa mostrando
por los jóvenes el mismo amor que describe el Evangelio cuando se encuentra con
un joven o una joven. Así podemos contemplarlo en la lectura bíblica que hemos
escuchado: la resurrección de la hija de Jairo, la cual –puntualiza San Marcos–
«tenía doce años» (Mc 5, 42) Jairo, quien con franqueza expone al Maestro su
pena, la enfermedad de su hija, y con insistencia le suplica su corazón: «Mi niña
está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva» (Mc 5,
23). «Jesús se fue con él» (Mc 5, 24). El corazón de Cristo, que se conmueve ante
el dolor humano de ese hombre y de su joven hija, no permanece indiferente ante
nuestros sufrimientos. Cristo nos escucha siempre, pero nos pide que acudamos a
El con fe... Todos los gestos y palabras del Señor expresan este amor.
Quisiera detenerme particularmente en esas palabras textuales recogidas de
labios de Jesús: «La niña no está muerta, está dormida». Estas palabras
profundamente reveladoras me llevan a pensar en la misteriosa presencia del Señor
de la vida en un mundo que parece como si sucumbiera bajo el impulso
desgarrador del odio, de la violencia y de la injusticia, pero, no. Este mundo, que es
el vuestro, no está muerto, sino adormecido. En vuestro corazón, queridos jóvenes,
se advierte el latido fuerte de la vida, del amor de Dios. La juventud no está muerta
cuando está cercana al Maestro. Sí, cuando está cercana a Jesús: vosotros todos
estáis cercanos a
Jesús. Escuchad todas sus palabras, todas las palabras, todo. Joven, quiere a Jesús,
busca a Jesús. Encuentra a Jesús.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”