EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la cuarta semana del tiempo ordinario
Segundo Libro de Samuel 15,13-14.30.16,5-13a.
Cuando David recibió esta noticia: "Todos los hombres de Israel están de parte de
Absalón",
dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: "¡Rápido huyamos! Si
Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea
que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al
filo de la espada!".
David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies
descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y
lloraba mientras subía.
Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa
de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá. Mientras salía, iba lanzando maldiciones,
y arrojaba piedras contra David y contra sus servidores, a pesar de que todo el
pueblo y todos los guerreros marchaban a la derecha y a la izquierda del rey.
Y al maldecirlo, decía: "¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y canalla!
El Señor hace recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, a quien tú has
usurpado el reino. ¡El Señor ha puesto la realeza en manos de tu hijo Absalón,
mientras que tú has caído en desgracia, porque eres un sanguinario!".
Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey: "¿Cómo ese perro muerto va a maldecir a mi
señor, el rey? ¡Deja que me cruce y le cortaré la cabeza!".
Pero el rey replicó: "¿Qué tengo que ver yo con ustedes, hijos de Seruiá? Si él
maldice, es porque el Señor le ha dicho: "¡Maldice a David!". ¿Quién podrá
entonces reprochárselo?".
Luego David dijo a Abisai y a todos sus servidores: "Si un hijo mío, nacido de mis
entrañas, quiere quitarme la vida, ¡cuánto más este benjaminita! Déjenlo que
maldiga, si así se lo ha dicho el Señor.
Quizá el Señor mire mi humillación y me devuelva la felicidad, a cambio de esta
maldición que hoy recibo de él".
David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la
montaña, al costado de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones,
arrojaba piedras y levantaba polvo.
Salmo 3,2-3.4-5.6-7.
Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se levantan contra mí!
¡Cuántos son los que dicen de mí:
"Dios ya no quiere salvarlo"!
Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú mantienes erguida mi cabeza.
Invoco al Señor en alta voz
y él me responde desde su santa Montaña.
Yo me acuesto y me duermo,
y me despierto tranquilo
porque el Señor me sostiene.
No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes.
Evangelio según San Marcos 5,1-20:
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre
poseído por un espíritu impuro.
El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas
y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e
hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,
gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te
conjuro por Dios, no me atormentes!".
Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!".
Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión,
porque somos muchos".
Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.
Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que
entremos en ellos".
El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron
en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales-
se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La
gente fue a ver qué había sucedido.
Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio,
al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.
Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con
los cerdos.
Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió
que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales
todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti".
El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús
había hecho por él, y todos quedaban admirados.
Comentario del Evangelio por
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Meditación sobre los evangelios, n°194
«Cuando Jesús subió a la barca, el poseído le suplicó poder seguirle, pero
no lo consintió»
La verdadera, la única perfección, no es llevar tal o tal género de vida, es
hacer la voluntad de Dios; es llevar el género de vida que Dios quiere, donde
quiere, y de llevarlo como él mismo lo habría llevado.
Cuando nos deja la elección a nosotros mismos, entonces sí, procuremos
seguirlo paso a paso, lo más exactamente posible, compartir su vida tal como fue,
como lo hicieron sus apóstoles durante su vida y después de su muerte: el amor
nos empuja a esta imitación. Si Dios nos deja esta elección, esta libertad,
precisamente es porque quiere que despleguemos nuestras velas al viento del amor
puro y que, empujados por él, " corramos tras el olor de sus perfumes" (Ct 1,4
LXX) en un exacto seguimiento, como san Pedro y san Pablo...
Y si un día Dios quiere apartarnos, por un tiempo o para siempre, de este
camino, por muy bello y muy perfecto que sea, no nos turbemos ni nos
asombremos. Sus intenciones son impenetrables: él puede hacer por nosotros, en
medio o al fin de la carrera, lo que hizo por el Geraseno al principio. Obedezcamos,
hagamos su voluntad..., vayamos donde quiera, llevemos el género de vida que su
voluntad nos designe. Acerquémonos siempre a él con todas nuestras fuerzas y
estemos en todos los estados, en todas las condiciones, como él mismo habría
estado allí, como él se habría comportado allí, si la voluntad de su Padre le hubiera
puesto allí, como nos pone allí.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”